sábado, agosto 25, 2012

En memoria de Maria Antonia


Encuentro con el Dios de la vida 
Por Tomás Martínez Salinas 

     María Antonia,  en tu recuerdo, y movido por el cariño que siempre te he tenido, echo a volar mi fantasía para imaginar como creyente, de manera ingenua pero luminosa,  tu  encuentro con el Dios de la vida, detrás de tu reciente paso por la  realidad de la muerte,:

     Quiero creer  que  el  Padre  ha pensado que ya era hora de poder disfrutar con tu presencia;  que había llegado el momento de que experimentaras plenamente cuánto Él te ha venido amando;  cuánto Él ha sufrido en tus sufrimientos y cuánto ha disfrutado con tu fortaleza, tu alegría y tu entrega militante, de respuesta a su amor.  De forma definitiva,  te ha tendido ahora  su mano amorosa  de Abba, y tú, solita, sin ayuda alguna, te has  levantado sin esfuerzo de tu carrito de minusválida y, sorprendentemente, has caminado hacía Él. Erguida por primera vez, y  segura  como nunca,  te has  echado feliz en sus brazos,  te has dejado envolver en su gloria, que ahora dota de alas a tu corazón y de elasticidad a tu cuerpo, siempre dolido y deforme en tu vida mortal. 

      En ese encuentro gozoso, en esa situación de transfiguración, se ha unido,  a  la plenitud del  abrazo de Padre, todo el amor de los que amaste y te amaron, de aquellos  a los que habías llorado alguna vez por su ausencia,  y  a los que,  en tus días de soledad,  desánimo o depresión severa, echaste en falta junto a ti. Se ha unido en ese Encuentro todo el amor militante que derramaste por los que te rodearon - por los débiles  desde  tu propia debilidad, por los amigos desde tu disponibilidad a pesar de tus limitaciones, por los pobres del mundo obrero desde tu austeridad vital y tu compromiso tenaz, por todos los enfermos que sufren, desde tu propia experiencia de la enfermedad-;  todo ese amor experimentado por ti desde tu silla de ruedas,  se te devuelve ahora multiplicado en el Encuentro. Y desde esa experiencia nueva, inefable y  eterna  de Amor  fundido en ti, ves a tu alrededor sillas y carritos de la “Frater” rodando solos  por los jardines de la Gloria, junto a todas las herramientas y símbolos del mundo obrero liberado. Todo ello enmarcando el momento eterno de tu fusión con el Amor Trinitario, que traduce el  “Bienvenida María Antonia”.  

      Desde acá, en el suelo,  en  esta pequeña  parte de mundo finito que solo puede imaginar fabulando la realidad de los bienaventurados -como yo estoy haciendo-, muchas  lágrimas  hemos intentado dejar atrapadas  en nuestras gargantas para que prevaleciera la fuerza de nuestra fe y la esperanza en la resurrección,  al  recuerdo lastimero por tu muerte inesperada, querida María Antonia. 

     Tú, como respuesta agradecida, nos mandas desde el cielo ahora,  una sonrisa reconfortante y animosa, y, con un guiño de complicidad picarona y militante - que algo me suena a nueva y sana autosuficiencia y a petición de disculpa por las posibles molestias que hayas podido causarle en vida a los amigos -, nos dices: 

“Sabed todos que ya no necesito ni silla ni carro ni nadie que me deba acompañar para ayudarme a sortear las barreras arquitectónicas (además, aquí  no las hay). Ahora prefiero estar de pie, siempre subiendo y bajando escaleras, moviéndome como “zanganillo”, correteando con otros amigos de la Frater y la HOAC  por estos parajes del Cielo. Estoy “en la Gloria” (y nunca mejor dicho). Vosotros, amigos míos, seguid queriéndoos mucho y  luchando por amor al Mundo Obrero.  Contad conmigo y…  ¡ Hasta mañana,  en el altar!”.      

¡Hasta siempre, María Antonia!
¡Te queremos! ¡Recuerdos al Padre!
                                                                                           

No hay comentarios: