Vivimos en la sociedad del bienestar. Desde el gobierno se repite machaconamente que estamos saliendo de esa crisis que ha destrozado a miles de personas y familias. Por el contrario, los sindicatos y partidos de la oposición insisten en que la riqueza no llega a las familias, ni a los trabajadores. Cáritas e Intermon Oxfam nos advierten que la desigualdad crece en los últimos años, acumulándose la riqueza cada vez en menos manos, mientras la pobreza se va generalizando (tanto a nivel nacional como internacional), y hoy se puede ser trabajador y ser pobre o sin techo.
Como nos recordaba S Juan Pablo II en L.E, 2: “El trabajo, en cuanto problema del hombre, ocupa el centro mismo de la «cuestión social”, dicho de otra manera, “la cuestión social se ha convertido en una cuestión antropológica” al reducir a la persona trabajadora a un instrumento o mercancía más. Es lo que el Papa Francisco llama “una economía y una cultura del descarte (EG 63), que prescinde de muchas personas, trabajadores, porque no los necesita, no son rentables, o los usa y los tira como si fueran artículos descartables (¿No ha ocurrido esto con muchos inmigrantes y trabajadores?).
El economicismo se ha adueñado de la vida social y económica y se ha convertido en cultura, desplazando del centro de la vida al ser humano y poniendo en su lugar la rentabilidad económica, el dinero (EG 55). Esto se concreta en la vida cotidiana, en la búsqueda del bienestar individual, entendido como acaparar indefinidamente bienes y servicios despreocupándonos de lo que pasa a nuestro alrededor. Es una economía que descarta lo humano, produce empobrecidos, deshumanización y devora la naturaleza entera sin importarle la preservación. El modelo social y cultural en el que vivimos genera relaciones sociales injustas, empobrecidos y un tipo de persona alejada de lo que es más propio de su humanidad. Devastación social y humana que dificulta la construcción de relaciones sociales justas, deforma el sentido de nuestra existencia, devalúa la sagrada dignidad del ser humano y sus actividades: trabajo, economía, política etc.
Ante esta realidad no basta solo con reivindicar el trabajo decente, sino que debemos reconstruir al propio ser humano, porque está herido de muerte. Hay muchas personas y colectivos, creyentes o no, comprometidos en esta tarea. En la HOAC también, proponemos medidas que están al alcance de cualquier persona y animamos a que tú también lo hagas posible:
1. Acompañar la vida de las personas (compañeros, familiares, vecinos…). Esto solo será posible si conocemos lo que les ocurre, si estamos junto a ellas, si compartimos sus preocupaciones, sufrimientos, anhelos y esperanzas, los bienes, el tiempo y el saber.
El paro y la precariedad hunde a las personas hasta anularlas. Ayudarles a recuperar su dignidad y capacidades, es hacerlas dueñas de su vida y a nosotros nos posibilita avanzar en un proceso de humanización fraternal.
2. Colaborar al cambio de mentalidad: soñar en el mundo que nos gustaría es el primer paso hacia lo imposible de hoy que… mañana será realidad. De este sueño nació el movimiento obrero que logró impulsar la solidaridad y las mejoras de vida y trabajo para todos. Fomentar el tejido social, la solidaridad y el protagonismo de las personas frente al individualismo nos hace más humanos.
3. Colaborar al cambio de las instituciones trabajando para que se fortalezcan las organizaciones (partidos, sindicatos, asociaciones) y para que pongan en el centro de su acción a la persona humana (especialmente a los más empobrecidos) y al bien común.
4. Invitar a experimentar y hacer visibles nuevas formas de vida más fraternales y solidarias que nos hacen más felices y humanos.
Mª José Rodríguez Moreno
Militante de la Hoac de Granada
Publicado en Ideal de Granada ( 25/05/18)
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