Reflexiones por Joxe Arregi, Teólogo,
DIARIO DE NOTICIAS, Domingo, 5 de Junio
de 2011
¿QUÉ es lo que quieren estos tíos, si no han
trabajado en su puta vida?". "Despejad la plaza, que quiero dar de
comer a las palomas". Se me humedecieron los ojos cuando, el domingo por
la tarde, una de las indignadas de la plaza Arriaga de Bilbao nos leyó estos
comentarios, y otros igualmente terribles, que acababan de aparecer en ciertos
blogs integristas. Me pregunté: "¿Es el colmo del cinismo o es la sima de
la inconsciencia?". Y pensé: "Tal vez habrán ido hoy a misa esos que
hablan así".
Me
gustaría entrar por un momento en el corazón de las personas que escribieron
tales comentarios y entender por qué oscuras razones se expresan con tanta
dureza sobre esta rebelión pacífica que es el 15-M. Y me gustaría decirles:
Amiga/o, ¿hablarías así si tus hijos de 30 y 35 años estuvieran en paro, si no
tuvieran una casa en que vivir con sus parejas y darte nietos, y hacer crecer
en el mundo la vida y la dicha? Amigo/a, ¿nunca te ha estremecido la denuncia
del profeta: "Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio y
falsearemos las balanzas para robar; compraremos al desvalido por dinero;
venderemos al pobre por un par de sandalias" (Amos
8,5-6)? ¿No ven tus ojos el
dolor del mundo? ¿No oyen tus oídos su clamor? Tal vez te llames cristiano y lo
seas; pero ¿cómo rezas entonces el Padrenuestro, si no es como "un
manifiesto revolucionario y un himno de esperanza" (J. D. Crossan)?
¿En qué piensas cuando dices: "Venga a nosotros tu reino" y
"Danos el pan de cada día"?
Nadie
sabe si el 15-M es un vigoroso germen de transformación planetaria o no es más
que un sueño generoso y pasajero. Eso no depende de ellos, sino de nosotros, de
todos nosotros. "Si no buscas una solución, eres parte del problema",
nos han dicho certeramente. No es seguro que tenga éxito aunque lo apoyemos,
pero es seguro que no tendrá éxito si no lo apoyamos. Y en cualquier caso, la
calidad de un compromiso no se mide por el éxito o el fracaso, sino por la
generosidad vivida y por el valor de la causa, aunque fracase. A veces hay que
medir la acción en función del resultado previsto, no digo que no, pero hay
causas —son las causas más humanas— que merecen adhesión aunque fracasen.
Nada
hay más ético y humano, nada más divino, que la compasión y el compromiso con
el herido del camino sin esperar premio ni obtener éxito. ¿Qué otra cosa hizo
Jesús cuando subió a la montaña y proclamó: "Bienaventurados vosotros, los
pobres, porque Dios os librará", cuando salió a los caminos y curó a quien
pudo, cuando se enfrentó al Sanedrín y al Pretorio arriesgando su vida? No
importa que fracasara, si es que fracasó. ¿Qué es el éxito y qué es el fracaso?
"El crucificado vive en Dios", proclamaron los cristianos después de
su fracaso. El vencido es victorioso, el condenado ha subido al cielo, porque
Dios está con los que padecen el infierno. Donde está Dios, allí es el cielo.
No os quedéis, pues, mirando al cielo, sino transformad la tierra.
La
causa de los jóvenes indignados de nuestras plazas es la causa más justa del
planeta entero y merece la pena, aunque fracase. Pero sería tremendo que
fracasara por nuestra desidia. Es la causa del Evangelio. Es la causa de Dios.
La causa de Dios no es que todo el mundo crea en Dios —¿qué significa eso?—, sino que el mundo sea
justo y viva en paz, que todas las criaturas sean dichosas. La causa de Dios se
defiende en las tiendas de campaña de las plazas, mucho más que en los templos
de piedra.
Está
bien que los cristianos nos reunamos cada domingo a celebrar la memoria de Jesús,
cuyo fracaso es ascensión. Pero no sería la misa de Jesús, si antes o después,
de una manera u otra, no acudimos, con todos los párrocos al frente, a
reunirnos con los jóvenes indignados de las plazas que encarnan el sueño y la
causa de Jesús. Está bien —digamos que sí— que los obispos convoquen a los jóvenes del
mundo entero a la JMJ en Madrid, pero creo que sería una traición a Jesús, al
Evangelio, a la memoria y a la esperanza de la Iglesia, si estos jóvenes, antes
y después de la JMJ, no se sumaran a la juventud mundial del 15-M, reclamando
con ellos lo mismo que Jesús reclamaba, y dándole así a Dios el único culto que
le honra. Sería un sacrilegio que la JMJ vaya a gastar 50 millones de
euros —en buena parte, dinero de los
contribuyentes que somos todos; en otra buena parte, donaciones interesadas de
algunas de las empresas más corruptas del Estado español—, si los jóvenes de la
JMJ no apoyaran activamente la rebelión bíblica de los jóvenes del 15-M. El vía
crucis de la Castellana sería entonces una farsa cruel.
Pues
no hay gloria de Dios sin democracia real. Y no hay democracia real. No hay
democracia real cuando el 40 % de la juventud no tiene trabajo ni casa; cuando
en las listas de las últimas elecciones españolas había tantos candidatos
corruptos que nos seguirán mandando si han sido elegidos, y si no lo han sido
también; cuando la eliminación del fraude fiscal en el Estado español permitiría
dar 20.000 euros a cada uno de los 4 millones de parados; cuando 300
multinacionales gobiernan a todos los gobiernos; cuando unas pocas empresas
controlan y manipulan a todos los medios de comunicación y hacen que la
libertad de expresión e incluso de opinión sea mera ficción; cuando los países
ricos imponen los precios y aranceles que les interesan; cuando el dinero sirve
ante todo para ganar dinero; cuando están aplicando como remedio para la crisis
las mismas medidas que la han provocado; cuando, solo en África, mueren 2 niños
por minuto a causa de la malaria, y mueren 10 niños por minuto en el mundo por
beber agua contaminada, y 21 niños por falta de medicinas (los matamos tú y yo, pero nunca habrá para ellos ninguna ley de víctimas); cuando el 40% de la humanidad vive con
menos de 2 dólares por día; cuando los países ricos destinan a la ayuda del
desarrollo menos que en los años 90; cuando lo que hemos dado a los bancos en
crisis bastaría para resolver el hambre en el mundo durante los próximo 54 años
por lo menos. No hay democracia real cuando se deja libre a un zorro en un
corral, como se ha escrito. "No falta dinero. Sobran ladrones", como
dice un cartel en la plaza Arriaga.
¡Bien
por nuestros jóvenes de nuestras plazas alegres e indignados, lúcidos y
generosos, con su bloc y su boli moderando asambleas en corro, dando lecciones
de política a los políticos, de economía a los economistas, de verdadera teología
a los creyentes de todas las religiones! ¿Qué piden estos jóvenes en las plazas?
Solamente piden aquello que debe y puede ser. "Esto es revolucionario y es
solo el comienzo", y de nosotros depende que tenga futuro, es decir, que
tengamos futuro.
Son
como los viejos profetas de la Biblia, que inventaron imágenes y palabras para el
sueño posible, para Dios, porque dice Dios: "Mirad, voy a hacer algo
nuevo, ya está brotando en las plazas, ¿no lo notáis. Trazaré un camino en el
desierto, senderos en la estepa" (Isaías 43,19). Y añade Dios: "Pero no podré hacer
nada nuevo, no podré trazar un camino en el desierto ni ser el futuro del mundo
si no es a través de vosotros".
1 comentario:
Muchas gracias por compartir tu reflexión. Sigamos trabajando por un mundo más justo.
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