domingo, febrero 26, 2012

Nuestra opinión en papel


"El derecho a cuidar a los niños 
y mayores de nuestras familias"   

          Álvaro tiene cuatro años y todos los días se levanta a las siete de la mañana para ir al colegio. Sí, digo bien, las siete de la mañana; porque él, junto a otros muchos compañeros, va al “aula matinal” de mi colegio. Álvaro también come en el colegio y, además, asiste a las actividades extraescolares que terminan las 6 de la tarde. O sea, que Álvaro  pasa en el colegio diez horas y media. Sus padres trabajan, se buscan la vida por aquí y por allá y no pueden atender a su hijo. Por la noche están tan cansados que pronto se van a la cama a descansar.

          Juan es el abuelo de Álvaro, tiene ochenta y cuatro años, es viudo y con la salud un poco tocada, tiene principio de alzeimer, pero aún se resiste a moverse de su casa. La madre de Álvaro, lo levanta todos los días después de dejar a su hijo en el colegio. Después espera a  Sandra, una joven colombiana, que atiende a Juan durante el día. A las ocho de la tarde llega de nuevo la madre de Álvaro para darle las buenas noches y acostarlo,  hasta que llega Joaquín, quien se queda toda la noche con el abuelo.

          Los padres de Álvaro no pueden más y acuden al colegio solicitando ayuda del psicólogo,  porque ven que a su hijo le falta cariño, atención y su educación no va por buen camino.

          Toda esta realidad impide el desarrollo de la vida familiar y su participación en la vida social. Este sistema social de producción y consumo, basado en un capitalismo deshumanizador está destruyendo la institución más fundamental de toda sociedad: la familia.


          El derecho a cuidar a las personas mayores y a los hijos es un derecho fundamental de toda familia. Las políticas sociales deben ir encaminadas a proteger este derecho. Pero, ¿actualmente el mundo laboral permite ejercer este derecho? La flexibilidad, la precariedad, la temporalidad de los trabajos ¿no penalizan al hombre y a la mujer por el hecho de ser padres?

          Álvaro y su abuelo Juan no cuentan en esta sociedad, no producen y me temo que consumen poco. Desde un punto de vista económico, que es el único que parece existir en este mundo, no salen rentables. La familia en sí es una institución que no encaja en este sistema. ¿Cómo nos hacemos personalmente responsables para que la vida de la familia sea un lugar de desarrollo de la persona, de corresponsabilidad y de compromiso social?

          Y este mes celebramos el día de la mujer trabajadora. Tenemos un mercado que penaliza las funciones familiares y aún no se tienen resuelto las sobrecargas familiares sobre la mujer. Si no que se lo digan a la madre de Álvaro.

          Cuando  el trabajo se organiza de tal manera que  impide a las personas organizar y planificar su vida, como tener tiempo para cuidar a sus mayores o a sus hijos, es porque se ha producido una visión reduccionista de la persona que ignora algunas de sus dimensiones fundamentales constitutivas de su misma naturaleza humana. Se reduce la vida familiar al individuo y el tiempo de vida al tiempo productivo.

          La forma en el que está organizado el trabajo es esencial para la vida familiar. Sin trabajo no es posible la vida familiar pero con cualquier tipo de trabajo tampoco lo es.

          No podemos olvidar que Álvaro y su abuelo tienen derecho a que su familia los cuide.

Carmelo Donado
Hoac. Motril, 26-02-12

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