Evangelio en la calle
Hace ya muchos, muchos años un viejo militante de la HOAC escribió en su tarjeta de presentación: Ramón Quintanilla, (y debajo) “peón por la gracia de Dios”. Me viene muchas veces al recuerdo esa manera tan original y sorprendente de presentarse porque aporta un dato central para la vida cristiana y estoy convencido de que sigue teniendo garra.
En primer lugar, el peonaje es el puesto “más bajo” en la escala y, en nuestro caso, es el más alto título de gloria. La dignidad del obrero no proviene por el tipo de trabajo sino por el mismo trabajo. Él era un trabajador, dice Marcos 6, 3, refiriéndose a Jesús de Nazaret. Uno se pregunta: ¿A qué tantos y tantos títulos y honores si de ellos no viene la dignidad necesaria?
En segundo lugar, ¿verdad que no se puede, ni se debe decir: parado por la gracia de Dios? Eso suena a indecencia. Y, sin embargo, ¡cuántas personas se ven obligadas a decir en sus cartas de presentación que están paradas! Menos mal que no se nombra a Dios porque se le ofendería ya que “él ha venido para que tengan vida (en este caso, trabajo) y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). Una sociedad en la que tantos hijos suyos se identifican como parados es una sociedad corrompida; con limosnas no se puede arreglar la dignidad de trabajador.
En tercer lugar, la tarjeta de presentación no dice que sea peón por sus méritos propios sino por la gracia de Dios. ¡Cuánta profundidad cristiana contiene esta afirmación! La gracia de Dios es el centro de lo más pequeño y grande.
Principalmente, “peón por la gracia de Dios” es una concreción acertadísima de Filipenses 2, 6-11:”Tened, pues, los mismos sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo…”
¡La dignidad obrera y el trabajo por delante de todo!
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