Evangelio en la calle
¡Qué expresivos y convergentes son los silencios de Cristo en su Pasión y los del sin trabajo en sus angustiosas vidas!
El primero de estos silencios lo hace Jesús ante las falsas acusaciones del sumo sacerdote Caifás: “Jesús callaba y no respondía nada” (Marcos 14, 61). ¡Una respuesta clarísima! Lo mismo que el silencio es la respuesta contundente del parado cuando lo machacan continuamente culpabilizándolo de que no trabaja porque no quiere (y lleva cinco años buscando trabajo día a día).
El segundo silencio fue ante el rey Herodes. Dice el Evangelio de Lucas que “le hizo muchas preguntas, pero Jesús no respondió absolutamente nada” (23, 9). ¿Qué parece esa respuesta aparentemente tan pasiva? Es la misma que da el parado ante la superficialidad y evasiva de aquellos gerifaltes que dicen que están haciendo todo lo posible para promover el trabajo. Entonces él se muerde la lengua y calla porque sabe que con ese razonamiento están ocultando que su situación indigna se debe, ni más ni menos, a que en nuestra sociedad las ganancias están por encima de las personas.
Un poco más tarde y ante la cobardía del gobernador romano Pilato, Jesús hace su tercer silencio: Pero Jesús no respondió nada más, de modo que Pilato se quedó extrañado” (Marcos 15,5). ¡Claro que se quedó extrañado por ese silencio tan lleno de sentido! El sin trabajo sufre y calla ante la pasividad cobarde de sus compañeros que saben que el camino se encuentra en la unión de los millones de personas a los que se les roba la dignidad del trabajo y, sin embargo, se resignan ante una de las situaciones más escandalosas de la vida.
Los tres silencios de Cristo y de los parados rebosan fuerza, alcance, cercanía y convergencia. ¡Hagamos nuestros esos silencios tan desgarradores!
Así, con unidad indivisible y sin dualismos, seremos fieles al Evangelio y a los sin trabajo. Éstos son las víctimas y los descartados de nuestro mundo y están tan cerca…
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