“Lo que nos hace vulnerables es el miedo, la inconsciencia es lo que nos ha arruinado, de nada sirve que me enseñes más noticias, darle al “Me gusta” no nos sirve, no cambiará las injusticias, ser valiente desde casa no nos servirá de nada.”
Jorge Martí (La Habitación Roja)
Jorge Martí (La Habitación Roja)
RAFA MARTÍNEZ. Desde hace días, hay una pregunta que me ronda: ¿Por qué, ante las diversas situaciones que estamos viviendo últimamente (desahucios, precariedad y explotación laboral, paro, corrupción…) , y en concreto, ante esta última y flagrante injusticia del acuerdo entre la Unión Europea y Turquia, no estamos haciendo nada?
¿Cómo es que ante la guerra de Siria y la situación inhumana que sufren
miles de refugiados, la sociedad no se ha echado a la calle, a plantar
cara a estas medidas injustas, que van en contra de los Derechos
Humanos?
Hace unos años, con la amenaza de una
guerra injusta e ilegal encima, muchas personas participamos en unas
movilizaciones sociales impresionantes por el “No a la guerra”. Ahí
íbamos, codo con codo, personas con diferentes ideologías y credos, que
pensábamos que las cosas no iban por el buen camino, y que había que
hacer algo para cambiar nuestra sociedad.
Es verdad que la eficacia de esas
movilizaciones no fue mucha, y los ataques se llevaron a cabo, hubo
miles de víctimas, y las sigue habiendo; y que los que pensaban
enriquecerse y sacar beneficios, ahora son más ricos, aunque no creo que
más felices. Pero esos movimientos nos hicieron pensar que era
posible, que la sociedad se estaba movilizando, que las cosas podían
cambiar. Porque éramos capaces de confluir, de mirar hacia los objetivos comunes y de aportar cada uno desde su militancia.
Después vino el 15M, y
todo lo que supuso de esperanza y movilización. No se trata de hacer
historia ni de entrar en detalles, y mucho menos de sentirnos
nostálgicos.
Pero, ¿por qué ahora no?
¿Todas aquellas personas que pensamos que otro mundo es posible, dónde
estamos? Muchos seguimos siendo militantes en distintos movimientos y
causas, pero no nos hacemos visibles ni somos capaces de aunar esfuerzos
y voluntades.
Una trampa concreta en la que hemos caído, son las redes sociales.
No dudo de su utilidad para difundir noticias, ideas y opiniones. Está
claro que son un instrumento necesario, en el que los movimientos
sociales deben estar presentes. Pero el problema es que muchos nos conformamos con protestas virtuales o firmar en páginas on-line.
Le damos al “me gusta”, ahora incluso le podemos dar a “me enfada”,
pero no pasamos de ahí. Difundimos imágenes con mensajes que nos hacen
reír o llorar, que muchas veces dan en el clavo o muestran ideas
excelentes, pero de ahí no pasamos.
Es necesario volver a tejer redes reales,
que nos permitan salir de nuestro individualismo, ese que la ideología
capitalista ha conseguido hacer cultura. Y para eso es necesario mirar
menos la pantalla del ordenador, tablet o móvil, y mirar más a los ojos
de las personas que nos encontramos en nuestro día a día.
Recuperar juntos la esperanza de que las
cosas pueden cambiar, porque se pueden hacer de otra manera. Se puede
trabajar por la justicia, construyendo justicia en nuestras relaciones
con los demás. Se puede trabajar por la solidaridad, viviéndola en
nuestros ambientes, en el trabajo, en la familia. Pero es necesario salir a la calle, juntarnos con más gente
a la que no le gusta lo que está pasando, sin perder la mirada global,
pero trabajando localmente. Es una tarea de todos y todas, grande y
difícil, pero a la vez apasionante y en la que nos jugamos el futuro de
la humanidad.
En esa tarea, desde hace tiempo, estamos empeñadas las personas militantes de la HOAC. Intentando
vivir y mostrar experiencias concretas que traigan otra forma de
pensar, sentir y actuar, desde la comunidad, desde los principios que
nos enseñó Jesús de Nazaret. Y, por supuesto, siempre al lado
de todas aquellas personas que sufren y de todas aquellas personas que
intenten hacer un mundo diferente, más humano.
Porque, como dice el Papa Francisco en el mensaje en la 48 Jornada Mundial de Comunicaciones Sociales, no hay que tener miedo de hacerse ciudadanos del mundo digital; siempre “Que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y vino bueno para la alegría.
Que nuestra luminosidad no provenga de trucos o efectos especiales,
sino de acercarnos, con amor y con ternura, a quien encontramos herido
en el camino…. Una Iglesia que acompaña en el camino sabe ponerse en
camino con todos.”
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