El pasado 22 de abril 2016, en las Naciones Unidas, 175 países firmaron el “Acuerdo de Paris” sobre el cambio climático. Los gobiernos firmantes, para tratar de impedir el calentamiento global, se comprometen a poner en marcha políticas que apuntan en esta dirección. Las palabras más repetidas en este foro fueron: “futuro” y “esperanza”. Se apeló a la responsabilidad de todos para evitar la destrucción del planeta, para salvar, como dice la Iglesia, “la Casa Común” creada por Dios para la humanidad y para todas las especies vivas.
Según la Doctrina Social de la Iglesia el problema medioambiental es un “signo de los tiempos”, que ha de entenderse de modo integral desde la complejidad de los elementos sociales, políticos y económicos que lo conforman. El deterioro ecológico está relacionado con el tipo de desarrollo y progreso dominante, entendido como producción y consumo sin límites y generador de desigualdad social y de pobreza: en la forma en que se organiza el trabajo (donde muchos seres humanos son excluidos y explotados), en una cultura consumista, depredadora e insolidaria, sin freno para unos pocos (pero que condena a la miseria a millones de seres humanos) y en la falta de promoción de una conciencia ecológica humanista que defienda un crecimiento sostenible para el bien común. La crisis medioambiental es, por tanto, un problema integral y moral y exige de la responsabilidad de todos, asumiendo su complejidad, analizando sus causas y actuando en consecuencia.
La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), reflexionando estas cuestiones a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, afirmamos que la solución a la crisis medioambiental ha de considerar otros aspectos fundamentales para la vida:
1.-La Doctrina Social de la Iglesia insiste en que el trabajo es una necesidad del ser humano, vinculada a la dignidad de la persona. ¿Vamos por buen camino, cuando el trabajo se supedita a los criterios economicistas y a obtener la máxima rentabilidad, sin tener en cuenta su sentido “humanizador” y de reparto? Las cifras aportadas por la EPA manifiestan que es más prioritario obtener beneficio y rentabilidad económica, que satisfacer las necesidades de las personas trabajadoras y las de sus familias.
2.- La cultura individualista y consumista, que es como la atmósfera que nos envuelve a todos, nos hace idolatrar el dinero y vivir desde la cultura del descarte de personas, mirando para otro lado, usando y tirando todo aquello, incluidos los seres humanos, por entender que pueden ir contra nuestro bienestar o el de nuestro país. ¿Cómo, si no, se puede explicar lo que está ocurriendo con los refugiados, las muertes en el Mediterráneo o el drama de los “parados”? ¿Cabe esta sangrante realidad humana en “la Casa Común” de la creación?
3.-El papa Francisco, en su encíclica “Laudato Si”, reflexiona sobre las causas profundas del deterioro medioambiental, reconociendo la contribución del factor humano sustentado en el paradigma tecnocrático dominante. Desde este paradigma se entiende cómo, sustituyendo al Dios creador, el hombre, con un criterio depredador, economicista, e insolidario, impone su dominio como dueño y señor de todo, incluida la naturaleza. El ser humano deja de ser colaborador y cuidador permanente del impulso creador de Dios.
“Es tiempo de futuro y es tiempo de esperanza” como se dijo en el acuerdo de París, porque tenemos en nuestras manos posibilidades de hacer viable “la Casa Común” para la familia universal; una casa que acoge a todos, les da cobijo y trabajo digno, asegurando, en justicia su desarrollo, igualdad y plena humanidad. Para ello, la economía, la política y la cultura deben estar al servicio del hombre, respetando el destino universal de los bienes y el bien común. Nuestro compromiso social y político y el de todos los gobiernos del mundo deben orientarse en esa dirección.
Maria José Rodríguez Moreno
Militante Hoac de Granda
Publicado en el Ideal de Granada 24/5/16
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