Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), 27 de los estados miembros de la UE emprendieron 500 medidas de reforma del mercado laboral entre 2008 y 2013. Prácticamente ninguna resultó ser generadora de más empleo y en el 56% de las medidas, los trabajadores salieron perdiendo. Aunque el desempleo se reduce cuantitativamente, aumenta brutalmente el desempleo de larga duración. También los trabajadores pobres son más, y más pobres.
Refiriéndonos a España, desde que comenzó la crisis el porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social ha ido aumentando progresivamente, pasando de un 24,7% en 2009 a un 29,2% en 2014, lo que se traduce en 13,6 millones de personas según recoge la Encuesta de Condiciones de Vida del INE (2014).
Estos datos, sin entrar en más detalle, son para echarse a temblar. Mientras tanto nuestros dirigentes políticos siguen ensimismados mirándose el ombligo sin tomar medidas que permitan revertir esta gravísima situación que estamos viviendo, que lejos de remitir sigue creciendo.
Por tanto urge actuar con prontitud para que esta situación revierta y permita ir saliendo de esta situación a millones de familias a las que hoy se les niega vivir con dignidad. En especial los desempleados de larga duración, los trabajadores pobres, las familias monoparentales, los niños, los inmigrantes y los refugiados. Ellos son, los pobres entre los pobres, los que más severamente están padeciendo esta situación, que no es nueva pero que con la crisis se ha agudizado.
Pero esto no empezará a solucionarse si no ponemos en el centro de la economía a la persona y no el afán de lucro y la ganancia por encima de todo. Porque como dice el papa Francisco “Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” EG 202.
Por ello es necesario actuar con urgencia para que esta situación tan grave empiece a revertir. Los partidos políticos, los sindicatos, las patronales y demás agentes sociales han de elaborar un plan de actuación que ponga en marcha medidas concretas que ayuden a cambiar la situación.
Es necesario cambiar todas aquellas normas laborales que permiten y fomentan la precariedad laboral, que han quitado derechos básicos y fundamentales a los trabajadores y que hace posible que cientos de miles de trabajadores cobren un salario que está por debajo del umbral de pobreza.
Hace falta subir mucho más el Salario Mínimo Interprofesional. No hay forma más eficaz de luchar contra la pobreza que dar un salario digno al trabajador.
Hay que crear un sistema de protección infantil que permita a los menores en situación de pobreza tener un acceso gratis a la sanidad, a la educación, el cuidado, la vivienda digna y una nutrición adecuada.
Es urgente mejorar los sistemas de protección social, con especial atención a los grupos de población en riesgo, parados de larga duración, trabajadores pobres, familias monoparentales, menores, inmigrantes y refugiados.
Esta es la primera prioridad política hoy, empezar a paliar el drama que sufren cientos de miles de familias en nuestro país. Y para ello es necesario dignificar el trabajo. Como dijo el papa Francisco en el Parlamento Europeo en noviembre de 2014, “es necesario sobre todo volver a dar dignidad al trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo”.
Gonzalo Ruiz Ruiz
Militante de Hoac. Motril
Publicado en Ideal de Granada 16/01/2017
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