Evangelio en la calle.
¡La forma de situarse que tuvo Jesús de Nazaret ante la creación la podemos describir como tierna, educativa, itinerante, amistosa y transformadora. Vamos a presentarla desde estos puntos de vista a través de algunos textos del Evangelio con un pequeño comentario que fluye fácilmente. ¡Cuánta ternura y belleza se desprenden de estos dos textos!: “¿No se venden cinco pájaros por muy poco dinero? Y, sin embargo, Dios no se olvida ni de uno solo de ellos” (Lc. 12, 6) y éste otro: “Fijaos en las aves del cielo; ni siembran ni siegan ni recogen en graneros, y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta” (Mt. 6, 26).
Nuestro Maestro enseña a sus discípulos a pensar y aprender de la madre naturaleza: “Levantad los ojos y mirad los campos, ya están listos para la siega” (Jn 4,35). Y: “El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en el campo. Es más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace un árbol" (Mt. 13,31). Mirada educativa.
Jesucristo fue el profeta itinerante por excelencia. Anduvo continuamente por pueblos, ciudades, caminos...: “Caminaba por pueblos y aldeas predicando y anunciando el reino de Dios” (Lc 8,1). No es lo mismo mirar la creación desde la comodidad que hacerlo sin tener “donde reclinar la cabeza”. La mirada itinerante te lleva a no instalarte y a ver en la creación algo que se construye desde el ajetreo.
Él no aparece como un profeta apartado del mundo o enemigo de las cosas agradables, sino como amigo de la vida. Refiriéndose a sí mismo expresa: “Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es un comilón y borracho” (Mt 11,19).
Y finalmente su mirada a la realidad fue la de un trabajador con todo lo que lleva el trabajo de transformación y colaboración con la creación: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María?” ((Mc 6,3).
Si miramos como Jesús miraba la creación, ¿mejoraría o cambiaría nuestra mirada en la familia, asociación, trabajo?
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