lunes, diciembre 31, 2018

MIS VECINOS MARROQUÍES


 La Palabra.


Mis vecinos de enfrente son marroquíes. Están jubilados. En el piso segundo vive una pareja: él, de etnia gitana y temporero del campo y ella tangerina, trabajadora del hogar. Otro vecino, también de Marruecos, adecenta juguetes viejos y los vende. Compramos en una frutería regentada por árabes y el supermercado más barato, y que más vende en el barrio, es de paquistaníes. En las inmediaciones existe un kebab la mar de visitado. Los colegios de alrededor tienen un porcentaje elevado de hijos de migrantes.

El domingo pasado organizaron las distintas asociaciones juveniles una marcha por la dignificación del barrio (“Acortando Distancias” la llamaron). En la fiesta final de la misma pude observar infinidad de razas, colores de la piel, canciones y bailes del “mundo mundial”. Tenemos “una Mesa para el Diálogo de las Religiones” en la que un número considerable de representantes de las distintas comunidades religiosas dialogamos sobre nuestra aportación contra todo tipo de exclusión y a favor de la convivencia y justicia.

Las condiciones laborales perturban y afean la vida de estas barriadas pobres porque muchos de nuestros vecinos o no encuentran trabajo o lo tienen en condiciones inhumanas.

¡Qué luz tan brillante (parecida a la que recibieron los pastores con el nacimiento de Cristo) proyecta LA PALABRA sobre las situaciones descritas!: “Amad al forastero, porque vosotros fuisteis emigrantes en el país de Egipto” (Dt 10,19). “Ya no sois extranjeros o forasteros, sino conciudadanos del pueblo de Dios, sois familia de Dios” (Ef 2,19). “Fui forastero y me acogisteis” (Mt 25, 35).

¡Paremos a los xenófobos y la antievangélica aporofobia! ¡Ojo! Convivencias así de corrientes e integradoras se están dando continuamente en todos los barrios. ¡Animaos a contarlas! Es necesario recrearlas, mejorarlas, difundirlas.

¡Tú, sí, también tú, puedes hacer mucho!



Antonio Hernández-Carrillo
 "TU" número 189


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