martes, diciembre 18, 2018

Con trabajo digno no hay pobreza


Nuestra opinión en papel



   Vivimos profundas transformaciones que están afectando a la forma de entender y organizar el trabajo. Hemos pasado del trabajo fijo y de calidad a un trabajo caracterizado por la precariedad, temporalidad, pérdida de derechos laborales y segmentación del mundo obrero. Crece como fenómeno nuevo el número de trabajadores pobres y sin techo. Nuestra sociedad es más pobre y desigual y la calidad de vida de la mayoría de la población se ha reducido por la bajada de salarios, el alto nivel de desempleo, la precariedad del empleo y los recortes sociales.

    A los pobres se les responsabiliza y culpabiliza de su situación por no esforzarse para salir o adaptarse a ella. Así parece que la injusticia no existe y las salidas se buscan individual y no colectivamente. Este planteamiento culpabilizador y de indiferencia justifica lo que está ocurriendo con millones de trabajadores expulsados del mercado de trabajo y con las personas que huyen de sus países por hambre o guerra buscando una vida más digna.

    El capitalismo ha triunfado al poner en el centro de la vida social a la economía, al dinero, subordinando todo lo demás a las necesidades de su funcionamiento: el trabajo, la familia y la persona. Desde esta concepción economicista la persona es convertida en un instrumento más de la producción. Cuando el trabajo está al servicio de la rentabilidad económica y no de la persona y sus necesidades, se abren las puertas a la “exclusión” a la “cultura del descarte de personas”. Por eso el Papa Francisco no para de denunciar que “este sistema mata”, porque el trabajo es una capacidad del ser humano y por ello inseparable de quien trabaja. Al convertir en objeto a quien debe ser sujeto se provoca la ruptura del ser humano y se profana su dignidad.

    El trabajo es la clave imprescindible de la humanización y de la integración de todo. Para la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) esta transformación tiene una dimensión antropológica fundamental porque va diluyendo nuestra humanidad, dificulta la vida de millones de personas y la colaboración por la existencia y la vida de comunión, pasando el trabajo de ser un bien para la vida a ser un bien para la producción, convirtiéndolo en instrumento de confrontación y competitividad.

    El principal reto que tenemos es reconstruir al ser humano, recuperar el sentido de su existencia, del trabajo humano, de las relaciones sociales, de la moral y de la ética para que el “bien estar” se sustituya por el “bien ser”. Necesitamos:

  • Entender de otra manera nuestra humanidad incorporando la misericordia y la confianza en el ser humano que el sistema capitalista ha eliminado. Necesitamos personas con la mano tendida, la palabra dispuesta y el oído abierto.
  • Ayudar a redescubrir la dignidad inviolable de cada persona humana. Es la tarea central y unificante del servicio que la Iglesia y los laicos debemos prestar a la familia humana, haciendo realidad el sueño de Dios: que todos los seres humanos vivan en plenitud.
  • Construir una nueva mentalidad y cultura del trabajo decente luchando por el reconocimiento de los derechos laborales y sociales, defendiendo el trabajo digno para todos.
  • Colaborar al cambio de las instituciones para que las administraciones, organizaciones sindicales y políticas pongan en el centro de sus acciones y políticas las necesidades de los empobrecidos, empoderándolos y restituyéndoles su dignidad.
  • Finalmente, fomentar el consumo responsable y respetuoso con el medio ambiente, sancionando mediante leyes y opciones de consumo las prácticas y empresas que buscando su enriquecimiento, atenten contra el bien común.


Maria José Rodríguez Moreno
Militante de la Hoac de Granada
Publicado en Ideal de Granada ( 19/12/18)

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