La reforma laboral sigue su proceso dispuesta a producir una segunda «gran transformación» de nuestras condiciones de vida y trabajo y del modelo social que hemos vivido. Las consecuencias se verán a medio y largo plazo, pero la semilla ya se ha plantado y arraigado. Estamos, por tanto, en un momento muy importante que los sindicatos deben valorar con sumo cuidado porque se están jugando su futuro y el de los trabajadores.
En la década de los setenta, los sindicatos mayoritarios tomaron la opción de considerar al sistema capitalista como el único viable y de concretar la acción sindical en la mejora de las condiciones de trabajo del mayor número de trabajadores a través de la negociación colectiva. Sin tener plena conciencia de ello se adoptó un viejo principio liberal: «el mayor bien para el mayor número», pero este principio es profundamente insolidario y falso, porque el mayor bien de unos sólo puede conseguirse con el menor bien de otros: los pobres. Además, suponía una renuncia a la tradición de la lucha obrera que había buscado «el bien posible para todos». El resultado ha sido un mundo obrero y del trabajo fragmentado y precarizado y unas organizaciones sindicales muy tecnificadas, burocratizadas y alejadas de los sectores más pobres y débiles del mundo obrero. Por ello, algunos han cuestionado que se haya realizado una Huelga General por la reforma laboral cuando no se ha hecho por solidaridad con los nueve millones de pobres. ...
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