martes, diciembre 14, 2010

Una joven da a luz en la patera que le traía hasta la costa de Granada


Fuente: Ideal de Granada.

     La vida se abre paso hasta en las condiciones más extremas. En ocasiones, de forma milagrosa, como lo hizo ayer, en una patera, un dramático escenario que hasta ahora había traído drama y muertes a la Costa de Granada, pero jamás una nueva vida. Ayer una joven subsahariana dio a luz a un niño dentro de la patera en la que viajaba hacinada con otras 35 personas -entre ellas cinco niños y 13 mujeres, varias de ellas embarazadas- cuando trataba de alcanzar las costas granadinas. Tras una infernal travesía, la débil embarcación quedó varada en una playa de la Isla de Alborán, encallada en una zona de imposible acceso salvo por mar, y allí, aislada, a la joven subsahariana le sobrevino el parto. El bebé nació así en el interior de la embarcación, un hecho insólito en la historia de la inmigración ilegal en Granada y probablemente en toda España. 

     Según relataron los responsables de Salvamento Marítimo y Guardia Civil del Mar que llevaron a cabo el rescate, fueron los militares destacados en la Isla de Alborán los primeros que acudieron en auxilio de los inmigrantes y lograron sacarlos, uno a uno, entre las rocas, hasta ponerlos a salvo. La madre se encontraba destrozada tras el alumbramiento en unas condiciones tan precarias y extremas. Y el bebé, en los primeros minutos de su azarosa vida, estaba helado de frío, incluso se había mojado, por lo que se temió por su vida. 


     Pero como en toda historia asombrosa que se precie, siempre hay héroes cotidianos que acuden al rescate. Y en este caso fue el agente Puche de la Guardia Civil del Mar el que salvó la vida del bebé brindándole el calor que en esos momentos no podía darle su madre. «Cuando lo cogí el niño traía aún el cordón umbilical colgando. Me lo dieron los militares en una manta, estaba mojado. Al principio estaba muy frío, no reaccionaba, lo apreté contra mi pecho y fue entrando en calor, luego lloró un par de veces», relataba anoche el agente tras llegar al Puerto, pasadas las once de la noche. El bebé pasó más de dos horas y media -la travesía desde la Isla de Alborán hasta el puerto- pegado al pecho del guardia civil, bajo el plumas de su uniforme. 

     «¡My baby, my baby!» En el puerto esperaba el equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias de Cruz Roja con una ambulancia. El primero en desembarcar fue el bebé, envuelto en una manta térmica. «¿My baby, my baby?», preguntaba extenuada madre, que abandonó la embarcación de rescate en camilla y fue trasladada en la ambulancia hasta el hospital de Motril junto a su hijo. 

     «El guardia civil no se ha separado del niño. Se ve que de la emoción el susto o el miedo la madre se puso de parto en la misma patera, donde encalló la embarcación, en la playa», relataba el patrón de la Salvamar Hamal, Enrique Garverí, aún impresionado por la historia del pasajero más joven que jamás ha salvado su embarcación. 

     «Los militares lo han hecho muy bien, los han sacado por los acantilados y les han salvado la vida», destacaba el agente Puche, que rehuía de protagonismos «porque yo no he hecho nada extraordinario, nosotros estamos para esto, para ayudar a las personas». 

     El bebé no era el único pequeño que viajaba en la embarcación. «¡Corred que esto viene que parece una guardería!», apremiaba uno de los profesionales de Salvamento Marítimo a los voluntarios de Cruz Roja nada más llegar a puerto, para que se hiciesen cargo de los demás pequeños, al menos cinco, algunos con apenas meses, otro de unos dos años y otro de cinco, que se aferraba con fuerza a la mano de su padre. 

     Anoche la madre y su bebé se recuperaban en el hospital. Seguro que a la hora de elegir el nombre, la joven mamá ahora también tiene en cuenta el del agente que cuidó a su hijo en sus primeras horas en el mundo, Carlos. Sería un bello homenaje a todos los que salvan vidas en alta mar -la Guardia Civil, los profesionales de Salvamento Marítimo- y a los que ya en tierra -Cruz Roja, Policía Nacional o ayer los militares de la Isla de Alborán- se desvelan por cuidarles.


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