"Emigrante e Inmigrante
es siempre persona"
En España ha habido una gran posibilidad de empleo en los últimos años, no siendo así en otros países africanos o latino-americanos. Es aquí donde empieza la angustia del ser humano que se ve obligado a salir de su tierra, desarraigarse de los suyos para ir a vivir a un país de acogida con una lengua posiblemente muy diferente, y una cultura popular también distinta, aquí empieza un problema de integración, posiblemente ha hecho el viaje en solitario, con algún teléfono que no contesta a la llegada al nuevo destino y si le contesta es para indicarle alguna dirección previo pago de una cantidad sustancial para el viajero que es posible que no disponga de ella. Puede acercarse a alguna parroquia y buscar ayuda para empezar su nueva andadura, voluntarios de alguna asociación se volcarán en apoyos para buscarle un alojamiento lo más digno posible y posteriormente trabajo. No es fácil conseguir esto y cuando se consigue no es el trabajo que tenía idealizado la persona inmigrante, tratará de ponerse en contacto con otras personas de su país y organizarse para que el choque psicológico sea más suave.
Pero todo esto ocurre por que los mercados mundiales que mueven el dinero lo hacen en determinados lugares y van moviendo la economía guiados por interés puramente especulativos. Recordemos como España exportaba mano de obra a Centroeuropa en los años sesenta y algo de los setenta, se producía una mano de obra que aportaba una doble riqueza al país de origen en divisas y al país receptor en riqueza con el trabajo humano que realiza la persona en cuestión, ambos gobiernos quedaban mutuamente satisfechos en una simbiosis económica que compartían. Pero la llegada masiva, a veces incontrolada, produce una sensación de inseguridad por la posible pérdida de puestos de trabajo, por una inculturización que le es totalmente ajena.
¿Pero es ilegal o ilegítima la emigración?, ¿no puede el ser humano desplazarse a donde creyere conveniente a buscar mejores condiciones de vida? Está recogido en la Declaración de Derechos Humanos que la persona pueda emigrar a otro país a buscar mejores condiciones de vida. Tenemos que humanizarnos y ponernos en la piel de esa madre que ve partir a su hijo querido a miles de kilómetros y no sabe si lo volverá a ver, pongámonos también en la situación de esos padres que se separan de sus hijos y de su esposa, sin saber cuánto tiempo ha de transcurrir hasta volverlos a ver. Si la llegada al país se ha desarrollado sin consecuencias drásticas en los primeros tiempos, se lleva la distancia con cierta resignación a través de las llamadas de teléfono a la familia, pero si algún miembro cae enfermo allá, la rabia, la impotencia, la desesperación de no poder visitarles se va apoderando de la persona, pudiendo llegar a la depresión.
A quienes se ven forzados a dejar sus casas o sus tierra se les debe de encontrar un lugar donde puedan vivir en paz y seguridad, donde puedan trabajar y asumir los derechos y deberes del país que les acoge, contribuyendo así al bien común.
Hace bastantes años, unos veinte, vimos como cayó el muro de Berlín, frontera artificial ridícula, impuesta por los hombres y siendo aceptada con complicidad…. Otras fronteras no son menos artificiales que ésta, basadas en el dominio territorial, especulativo en la movilización de personas y mercancías.
El inmigrante no puede dejar los recuerdos que tuvo en su infancia, adolescencia, o juventud, sus juegos de niños, sus canciones populares, sus primeros escarceos sentimentales. Hemos de ser conscientes de todo esto y tratar de ser mejores vecinos o compañeros, tratar de hacerles la vida más agradable y ayudar, desde nuestras asociaciones de barrio o parroquiales, a integrarlos en nuestros ambientes, las instituciones pueden crear una red de actividades de ocio y tiempo libre enfocado a estas personas.
La buena convivencia con nuestros vecinos basada en una armonía cívica dispuesta a abrazar a todas las lenguas, pueblos, o razas favorecerán una convivencia estable y armoniosa
es siempre persona"
Todos al nacer lo hacemos de una madre y un padre, ese es nuestro primer activo, ella nos alimenta con su pecho, mientras él aporta ayuda económica; a este activo hay que sumarle otros miembros de la familia como abuelos, tíos y primos. Nuestra primera infancia transcurre fundamentalmente alrededor de estas personas, que son las que nos ayudan a formar el lenguaje y percibir emociones como el afecto. Este activo va aumentando según vamos creciendo, conocemos a los primeros amigos de la infancia, conocemos también nuestro entorno de ciudad, y le vamos añadiendo el ambiente cultural y social de nuestra región, asistimos a la escuela y después nos formamos en una profesión o estudios superiores pudiendo licenciarnos en cualquiera de las carreras que nos oferten en la universidad.
El desarrollo de la persona hasta este momento es igual en España, Argentina o Mauritania, pero el drama que se desarrolla en cada lugar es distinto, según la capacidad de absorción laboral que tenga el país de origen. En cada país y persona se produce una situación diferente, teniéndose que enfrentar a la difícil experiencia de la emigración, el fenómeno de la globalización no es solo un proceso socioeconómico, sino que conlleva una humanidad, supera fronteras geográficas y culturales…
El desarrollo de la persona hasta este momento es igual en España, Argentina o Mauritania, pero el drama que se desarrolla en cada lugar es distinto, según la capacidad de absorción laboral que tenga el país de origen. En cada país y persona se produce una situación diferente, teniéndose que enfrentar a la difícil experiencia de la emigración, el fenómeno de la globalización no es solo un proceso socioeconómico, sino que conlleva una humanidad, supera fronteras geográficas y culturales…
En España ha habido una gran posibilidad de empleo en los últimos años, no siendo así en otros países africanos o latino-americanos. Es aquí donde empieza la angustia del ser humano que se ve obligado a salir de su tierra, desarraigarse de los suyos para ir a vivir a un país de acogida con una lengua posiblemente muy diferente, y una cultura popular también distinta, aquí empieza un problema de integración, posiblemente ha hecho el viaje en solitario, con algún teléfono que no contesta a la llegada al nuevo destino y si le contesta es para indicarle alguna dirección previo pago de una cantidad sustancial para el viajero que es posible que no disponga de ella. Puede acercarse a alguna parroquia y buscar ayuda para empezar su nueva andadura, voluntarios de alguna asociación se volcarán en apoyos para buscarle un alojamiento lo más digno posible y posteriormente trabajo. No es fácil conseguir esto y cuando se consigue no es el trabajo que tenía idealizado la persona inmigrante, tratará de ponerse en contacto con otras personas de su país y organizarse para que el choque psicológico sea más suave.
Pero todo esto ocurre por que los mercados mundiales que mueven el dinero lo hacen en determinados lugares y van moviendo la economía guiados por interés puramente especulativos. Recordemos como España exportaba mano de obra a Centroeuropa en los años sesenta y algo de los setenta, se producía una mano de obra que aportaba una doble riqueza al país de origen en divisas y al país receptor en riqueza con el trabajo humano que realiza la persona en cuestión, ambos gobiernos quedaban mutuamente satisfechos en una simbiosis económica que compartían. Pero la llegada masiva, a veces incontrolada, produce una sensación de inseguridad por la posible pérdida de puestos de trabajo, por una inculturización que le es totalmente ajena.
¿Pero es ilegal o ilegítima la emigración?, ¿no puede el ser humano desplazarse a donde creyere conveniente a buscar mejores condiciones de vida? Está recogido en la Declaración de Derechos Humanos que la persona pueda emigrar a otro país a buscar mejores condiciones de vida. Tenemos que humanizarnos y ponernos en la piel de esa madre que ve partir a su hijo querido a miles de kilómetros y no sabe si lo volverá a ver, pongámonos también en la situación de esos padres que se separan de sus hijos y de su esposa, sin saber cuánto tiempo ha de transcurrir hasta volverlos a ver. Si la llegada al país se ha desarrollado sin consecuencias drásticas en los primeros tiempos, se lleva la distancia con cierta resignación a través de las llamadas de teléfono a la familia, pero si algún miembro cae enfermo allá, la rabia, la impotencia, la desesperación de no poder visitarles se va apoderando de la persona, pudiendo llegar a la depresión.
A quienes se ven forzados a dejar sus casas o sus tierra se les debe de encontrar un lugar donde puedan vivir en paz y seguridad, donde puedan trabajar y asumir los derechos y deberes del país que les acoge, contribuyendo así al bien común.
Hace bastantes años, unos veinte, vimos como cayó el muro de Berlín, frontera artificial ridícula, impuesta por los hombres y siendo aceptada con complicidad…. Otras fronteras no son menos artificiales que ésta, basadas en el dominio territorial, especulativo en la movilización de personas y mercancías.
El inmigrante no puede dejar los recuerdos que tuvo en su infancia, adolescencia, o juventud, sus juegos de niños, sus canciones populares, sus primeros escarceos sentimentales. Hemos de ser conscientes de todo esto y tratar de ser mejores vecinos o compañeros, tratar de hacerles la vida más agradable y ayudar, desde nuestras asociaciones de barrio o parroquiales, a integrarlos en nuestros ambientes, las instituciones pueden crear una red de actividades de ocio y tiempo libre enfocado a estas personas.
La buena convivencia con nuestros vecinos basada en una armonía cívica dispuesta a abrazar a todas las lenguas, pueblos, o razas favorecerán una convivencia estable y armoniosa
Antonio J. Rodríguez López
Publicado en el "Faro de Motril" el 07-5-2011
1 comentario:
Querido compadre: tu sabes bien como se trató al emigrante español. A muchos se le ha olvidado. Ahora somos nosotros los que recibimos, somos
los ricos, somos la otra cara de la moneda, estamos en el otro bando. hagamos un acto de reflexión, recordemos aquellos años cuando eramos nosotros los que salíamos. Llevas mucha razón. No paguemos con la misma moneda.
Tu amigo Antonio.
Publicar un comentario