viernes, mayo 13, 2011

EL PARO DESTROZA


Evangelio en la calle 

En nuestra parroquia hemos tenido dos charlas sobre “el paro y los cristianos” que merecen nuestra reflexión y que no han sido otra cosa sino llevar el Evangelio a la realidad de la calle.

El mismo hecho en sí ya resulta positivo porque muchas veces nuestras parroquias viven alejadas de la dura vida en la que se encuentran sus feligreses (en este caso, por la falta tan alarmante de trabajo) y demasiado dedicadas al culto. No cabe duda que abrir espacios a favor del dolor de los vecinos parados es necesario. Y más todavía cuando el contenido de las charlas no nos separa del Evangelio sino que nos introduce más en él.

Pues bien, la primera de las conferencias estuvo impartida por un médico de familia que, desde su experiencia y conocimientos, expuso los destrozos que produce el paro en el que lo vive y en su familia. ¡Es horroroso! A mí me faltaba papel para escribir todas las secuelas del paro: dolencias estomacales, angustias y vómitos, trastornos psíquicos, depresión, ansiedad, conciencia de la propia inutilidad, ausencia de reconocimiento social, aislamiento progresivo y hasta incluso intento de suicidio. En definitiva, decía el conferenciante, destroza la dignidad humana.

La segunda charla fue sobre los cristianos ante esta lacra deshumanizadora. Se volvieron a poner casos y más casos. La conferenciante hizo un juicio cristiano sobre el asunto y citó textos bíblicos para ello. En Génesis 1, 26-31 ya aparecen las intenciones del Creador convocando al ser humano a su ineludible colaboración con la creación a través de su trabajo y en el Evangelio de Mateo 25, 14-30 con la parábola de los talentos Jesús reprende, en nuestro caso, a aquella sociedad que convierte en inactivos y ociosos a sus hijos con mayores necesidades. La Doctrina Social de la Iglesia también ocupó su lugar.

Frente a tanto atropello es necesario, y así terminaban las dos charlas, destapar el problema y sus causas, derribar tanta y tanta resignación, crear relaciones entre los afectados y decir: ¡Basta ya de tan enorme destrozo!

 

Antonio Hernández-Carrillo


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