Me niego a creer, hermano, que tu llanto es sordo y vano,
que tus gritos no resuenen y que es inútil tu canto;
me niego a creer, hermano, que no existe valentía
frente al poder insolente que destierra y que domina;
me niego a creer, hermano, que tu pueblo está acabado,
que los pobres han perdido bajo el yugo machacados.
Me niego a creer, hermano, que el dolor y la agonía
de quien sufre la miseria no se tornen alegría;
me niego a creer, hermano, que la esperanza es vacía,
que la vida es un engaño, un puro fraude de dicha.
Me niego a creer, hermano, que tus manos se han cansado,
que el amor se ha vuelto viejo y que es locura sembrarlo;
me niego a creer, hermano, que el rencor engendra vida,
que la huella del humilde alguien la borre algún día;
me niego a creer, hermano, que la paz ha claudicado,
que no hay lugar para el sueño de habitar un mundo humano.
Me niego a creer, hermano, que el combate está perdido,
que nadie puede hoy en día perdonar al enemigo ...
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