Al inicio de la Semana Grande, mientras las primeras hileras
de penitentes “contrahechos” empiezan a desfilar por las calles y plazas de
nuestra tierra, otras hileras de nazarenos continúan con tenacidad empeñándose en llegar a una tierra donde nadie parece desear su presencia.
Las primeras hilera caminan tras hermosas tallas cuya
belleza plástica intenta “representar” distintos momentos de la Semana Santa de nuestro Señor. Las
segundas, auténtica encarnación de la
Pasión del Hijo de Dios, llegan empujadas por la fea pobreza
y la repugnante miseria.
A las hileras de penitentes figurados las acogen
calles abarrotadas de gentes ávidas de “espectáculo”. A los nazarenos africanos
a penas si un puñado de cirineos: los hombres y mujeres de la Cruz Roja del mar.
Las primeras
procesiones son exhibidas y hasta aplaudidas en carreras oficiales al son de
trompetas y tambores. A nuestros hermanos del sur, imágenes vivientes del Dios
de Jesucristo, se les "oculta" en "oscuros" calabozos hasta ser devueltos a sus
originarias miserias a la mayor brevedad, sin hacer ruido, aunque sea Semana
Santa … o quizá para que no desfiguren esta nuestra semana santa pagana y hasta blasfema, de penitentes “contrahechos”, a la que todas
las primaveras asistimos y que no
pasa de ser una manifestación cultural y un reclamo turístico por muy de primer
orden que sea.
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