¿Es posible una economía para el Bien Común? ¿Pero esto no será una entelequia propia de tiempos tórridos y mentes ilusas?
Estas y otras cuestiones relacionadas con el tema son las que aborda Christian Felber en este programa de la TV3 catalana y cuyo visionado resulta un excelente complemento a la entrevista publicada en el último número de Noticias Obrera.
Christian Felber cuestiona abiertamente la moralidad del sistema imperante y su falta de legitimidad democratica e incluso constitucional. Señala la perversión de un mundo civilizado donde, a modo de ejemplo, se puede constatar que la diferencia entre el salario mínimo y el sueldo de un gerente es de 800 veces en Austria, de 5.000 veces en Alemania y de 65.000 veces en Estados Unidos. Y si lo comparamos con el de un ejecutivo de Wall Street llega a ser de 360.000 veces, es decir, que el ejecutivo de Wall Street gana en un solo día mil veces lo que el sometido a salario mínimo cobraría en todo un año.
En base a argumentos similares Christian Felber proclama la necesidad de la "Economía del Bien Común" una economía donde los motivos y los objetivos de las empresas se trastocan; una economía donde la maximización de los beneficios y la competencia se convierte en un medio, se subordinan al objetivo de asegurar en primer lugar y sobro todo el Bien Común de toda la comunidad. En absoluto niega la necesidad de la dinámica y de la eficacia económica pero le da la vuelta "como a un calcetín" para orientarla sin pretexto a su fin más legítimo, constitucional y democrático: EL BIEN COMUN.
Resulta muy estimulante constatar la simplicidad y rotundidad de su argumentación unida a la realidad de sus primeras realizaciones en las manos de las empresas comprometidas con el proyecto y las personas.
En base a argumentos similares Christian Felber proclama la necesidad de la "Economía del Bien Común" una economía donde los motivos y los objetivos de las empresas se trastocan; una economía donde la maximización de los beneficios y la competencia se convierte en un medio, se subordinan al objetivo de asegurar en primer lugar y sobro todo el Bien Común de toda la comunidad. En absoluto niega la necesidad de la dinámica y de la eficacia económica pero le da la vuelta "como a un calcetín" para orientarla sin pretexto a su fin más legítimo, constitucional y democrático: EL BIEN COMUN.
Resulta muy estimulante constatar la simplicidad y rotundidad de su argumentación unida a la realidad de sus primeras realizaciones en las manos de las empresas comprometidas con el proyecto y las personas.
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