martes, junio 26, 2012

Nuestra opinión en papel


"La Fe, como impulsora de 
cambios socio-políticos"

(De un artículo de Alfreso Sánchez Alberca)

   
Vivimos tiempos de crisis que irremedia-blemente vienen acompañados de vientos de cambio. El derrumbe del castillo de naipes de la economía financiera ha evidenciado las fallas del sistema y preconiza un cambio de ciclo. El capitalismo agoniza, a pesar de que sus garantes, los grandes poderes financieros y políticos, se esfuercen una y otra vez en su refundación, así que debemos prepararnos para el cambio. Los cambios de sistema son periodos extremadamente convulsos, de gran desconcierto e incertidumbre, porque se reconoce que el antiguo sistema ya no sirve para dar respuestas a los problemas y las necesidades actuales, pero no se tiene claro cuál debe ser el rumbo hacia un nuevo sistema más satisfactorio. Como ocurre al alumbrar una nueva criatura, el parto no será fácil y está provocando sufrimiento a gran parte de la población, pero debemos afrontarlo con la esperanza de saber que no estamos solos, que, a pesar de todo el dolor, Dios vela por la humanidad y nos envía su Espíritu en los momentos más difíciles, para que seamos luz del mundo en estos momentos de oscuridad. Él es la salida a esta crisis y el camino a la salvación, pero para hacerlo posible debemos salir de este inmovilismo y ser el fermento socio-político de los cambios necesarios para una salida evangélica de la crisis.
    
Desde la Doctrina Social de la Iglesia, se nos invita a participar en la vida social y política, sin disociarla de la vida religiosa. Juan Pablo II lo dice así: «los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común»
    
Del mismo modo, los obispos nos hablan de  “caridad política”, “con la que no se trata sólo, ni principalmente, de suplir las deficiencias de la justicia, aunque en ocasiones sea necesario hacerlo. Ni muchos menos se trata de encubrir con una supuesta caridad las injusticias de un orden establecido y asentado en profundas raíces de dominación o explotación. Se trata más bien de un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres, considerados como hermanos, en favor de un mundo más justo y más fraterno con especial atención a las necesidades de los más pobres (Los católicos en la vida pública, Conferencia Episcopal).

Así pues, queda claro que el compromiso de los cristianos tanto en lo social como en lo político es algo que emana directamente de nuestra fe en el Resucitado, que además es un elemento esencial e imprescindible en la realización humana de cada persona. Pero, si la Doctrina Social de la Iglesia es meridianamente clara en este asunto, ¿por qué los cristiano/as tenemos tantas dificultades para asumirla y traducirla a prácticas socio-políticas concretas en nuestras vidas cotidianas? ¿por qué andamos tan alejados de las luchas y transformaciones socio-políticas que se están dando en el contexto de la crisis?
    
Por desgracia existe en nuestra sociedad, no sólo entre los cristianos, una clara disociación entre lo social y lo político, provocada por una concepción sesgada de la política que la circunscribe exclusivamente al ámbito de la conquista del poder para ejercer el gobierno. Es por eso que mucha gente confunde el término política con partidismo. Este hecho explica en gran medida el actual desafecto hacia la política, entendida como partidismo, dados los vergonzosos casos de corrupción que con frecuencia se dan entre nuestros gobernantes, y la prevalencia del beneficio propio sobre el bien común en su gobierno.
    
     Además, en muchos casos, es el miedo a ir contracorriente lo que nos paraliza. Y es que ser fieles a Cristo en este momento histórico que nos ha tocado vivir supone irremediablemente ir contra las tendencias y corrientes dominantes, ya que ningún sistema socio-político actual, y en especial el capitalismo, responde a la misión evangélica de la construcción del Reino de Dios.
    
Por ello, el primer paso para una salida evangélica de la crisis, es recuperar la íntegra dimensión de la política que se funde con lo social, ya que sus principales cometidos, la gestión de lo público, la salvaguarda de los derechos ciudadanos y la ordenación de la convivencia, se dan en lo social. De esta manera, nadie que pretenda vivir en sociedad, podría declararse apolítico, y menos aún los cristianos que aspiramos a la construcción colectiva del Reino de Dios. Porque, efectivamente, el Reino es el proyecto colectivo de Dios para toda la humanidad, y por tanto, es tarea de todos, no sólo de los creyentes, su construcción. Así, no podemos arrogarnos la titularidad de únicos obreros, ni siquiera la de obreros privilegiados, e intervenir sobre la realidad temporal de manera unilateral y aislada, sino que debemos buscar el diálogo y el entendimiento con los demás, incluidos no creyentes, pues todos somos hijos de un mismo Padre. Y es en esta necesidad de diálogo y entendimiento es donde la política resulta imprescindible, y dónde los cristianos tenemos que ver la necesidad de participar en los movimientos sociales y políticos que buscan un cambio de la realidad actual.

Para ser levadura de justicia en el mundo, tenemos que ser capaces de percibir las injusticias y estar insertos allí donde se producen. En un mundo globalizado tan cambiante, donde las consecuencias de nuestros actos se propagan rápidamente hasta los últimos confines de la tierra y donde las injusticias adquieren escalas planetarias, el discernimiento de los signos de los tiempos resulta imprescindible para saber hacia dónde canalizar nuestro compromiso socio-político.
    
Sabemos que el Espíritu actúa en la historia donde y cuando menos lo esperamos. Por eso debemos estar atentos, para reconocer sobre qué realidades infunde su aliento y para no ser unos meros espectadores del cambio, sino convertirnos en propulsores del mismo desde los distintos movimientos sociales, asumiendo nuestra Misión de constructores del Reino. Es el momento de salir de los templos y de nuestras trincheras para que la fe brille con fuerza en la calle y alumbre el camino hacia la nueva humanidad.

Rafa Martínez
Militante de la HOAC - Motril.

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