jueves, marzo 07, 2013

NO LLORÉIS POR MÍ


 Evangelio en la calle 
         
 Jesús, nuestro Maestro, no desaprovechó ni un solo momento de su vida para enseñar con autoridad. Incluso lo hizo en momentos realmente cargados de sufrimiento personal. La escena a la que me voy a referir es significativa porque en ella realiza su enseñanza en el camino del calvario y con la cruz a cuestas. Desde semejante púlpito, sin duda, su mensaje es de un auténtico maestro y adquiere una capacidad de persuasión infinita.

          “A un gran gentío del pueblo y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él”, Jesús el Nazareno les dice: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos”… (Lucas 23, 27-31).


          Cristo recoge con su mirada de misericordia las lágrimas de aquellas mujeres, pero no quiere que se queden en una expresión estéril y superficial y, por eso, las conduce también al dolor de tantos inocentes (madres e hijos) injustamente maltratados a lo largo de la historia cercana y lejana. Las invita a reconocer en él el leño verde, pero deben pensar también en el leño seco del dolor de los otros.
         
          ¡Qué hermosa lección y qué hermosa escuela en donde se imparte!

          A este pasaje del Evangelio me llevan continuamente grupos de personas, especialmente mujeres, que, cuando cuentan sus estrecheces, penalidades e injusticias de la vida, siempre terminan diciendo: “Pero nosotros no podemos quejarnos ni llorar demasiado porque hay mucha, mucha gente que está peor que nosotros; ellos sí que están pasándolo mal. Y de este pasaje se alejan aquellos otros que incompresiblemente sólo miran a Cristo con la cruz a cuestas y los demás les traen sin cuidado. ¿Será posible? Nadie estamos libres de tal pecado.

Contemplar a Cristo con la cruz a cuestas es un ejercicio lleno de ternura y compasión, pero inmediatamente (simultáneamente) hemos de oír de los labios del mismo Jesús: “Llorad por vosotras y por vuestros hijos

Y entonces, y sólo entonces, el Evangelio se hace calle y camino.


        

Antonio Hernández-Carrillo
"TU" número 144

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