viernes, noviembre 22, 2013

Nuestra opinión en papel

"Por qué ser creyente"
   
      Dice la Antropología que todo ser humano es "homo sapiens sapiens". Es decir, que los humanos somos seres racionales y que, por tanto, debemos vivir como tales.

     Vivir como seres racionales es vivir sabiendo dar razón de nuestra vida y de todo lo que ella comporta. Es vivir haciéndose preguntas sobre la misma vida. Ya dijo Martín Heidegger que “el preguntar es la piedad del pensar”. Y es verdad. Porque si, por ejemplo, al ver por la calle a un drogodependiente, nos preguntáramos cómo habrá sido su infancia, seguramente que no diríamos "ahí va ese" . O si el terrorista, que está apostado esperando a su víctima, se preguntara: “¿por qué voy yo a matar a este hombre? ¿qué mal me ha hecho a mí? ¿tendrá hijos como los míos?”… seguro que terminaría por no dispararle.

    Y es que hacerse preguntas es propio exclusivamente del "homo sapiens" y es importantísimo para el ser humano. Pues haciéndose preguntas es como el hombre ha logrado los descubrimientos científicos y tecnológicos que tenemos. El hombre avanza en todos los terrenos a base de hacerse preguntas; si no se las hiciera, no habría progreso en ningún campo, sino un inconsciente "continuum" ; no habría historia. Porque no se hacen preguntas, hay personas que viven de manera inconsciente; no viven como homo sapiens, sino como seres que se han quedado a medio camino en su desarrollo personal.


    Pero resulta que este homo sapiens tiene siempre delante de sí una serie de interrogantes, los cuales le están pidiendo con apremio una respuesta razonable y satisfactoria. De tal modo que si no les encuentra esa respuesta, no nos dejan vivir con paz interior. Para nosotros es vital encontrar respuesta a esas preguntas.

    Tales interrogantes son, más o menos, del siguiente tenor: ¿quién soy yo? ¿cuál es mi destino? ¿por qué tengo que morir si lo que yo quiero es vivir? ¿es la muerte el final? ¿hay algo más allá de la muerte? ¿existe Dios? ¿ por qué debo hacer el bien a mis semejantes, si me interesaría aprovecharme de ellos? ¿tiene sentido el sufrimiento? … Son cuestiones que, quieras o no, siempre están ahí delante y te martillean sin cesar.

    Vivir la vida como homo sapiens sapiens requiere encontrar respuesta razonable y satisfactoria a tales cuestiones, pues de lo contrario, viviremos de manera inconsciente, “a tontas y a locas” como suele decirse, sin encontrarle un sentido, una razón de ser, a nuestro diario vivir. Por ello, el hombre se fue adentrando por los caminos de la reflexión y así fue dando origen a la filosofía, a la ética, a la teología; disciplinas todas ellas que se plantean, desde distintos puntos de vista, el sentido de la vida del ser humano y su destino.

    Una de las salidas a la pregunta por su destino y sentido, que algunos hombres han tomado a lo largo de la historia, ha sido el nihilismo: vamos caminando hacia la nada.

     Pero qué salida más triste! asomarse al vacío y lanzarse a él!. La negación de toda esperanza.

    Tal respuesta ni es razonable, ni es satisfactoria. Pues nacer para morir tendría el mismo sin-sentido que plantar un árbol para arrancarlo, o construir una casa para destruirla.

    Jesús de Nazaret, con su vida y su mensaje, nos ha dado unas respuestas esperanzadoras, razonables y satisfactorias, a los grandes interrogantes. El nos ha dicho que la muerte no es el final, sino la transformación que necesitamos para acceder a la vida en plenitud: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

    Jesucristo ha desplegado ante nosotros un horizonte de esperanza, al decirnos que entre todos y ayudados por el Espíritu, vayamos construyendo el “reino de Dios”, que no es otra cosa sino que entre los hombres reinen la paz, la justicia, la verdad, el amor.

    Jesucristo nos ha mostrado que la mayor parte del sufrimiento en este mundo es evitable, pues es causado por el propio hombre contra su hermano y nos ha dicho que contra eso hay que luchar. Y que la parte de dolor inevitable nace de que somos limitados, pero El lo asumió en sus propias carnes para así ayudarnos a sobrellevarlo con esperanza.

    Jesucristo nos ha dicho que la historia humana, que empezó con una pregunta cuando Yahveh preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”, terminará para cada uno de nosotros con la misma pregunta: “Tuve hambre, ¿me diste de comer?, estuve en la cárcel, ¿fuiste a verme?; Fui anciano, ¿me cuidaste en mi casa sin de ella arrancarme? Fui un drogata, ¿me echaste una mano, o miraste para otro lado?”


Ignacio Peláez Pizarro
Militante de la HOAC - Motril. 

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