A poco que abramos los ojos y los oídos, vemos y
escuchamos situaciones del mundo del trabajo que nos hacen exclamar ¡No es
posible…!
…No es posible que las personas tengan que aceptar
trabajos por necesidad, mal pagados, sin contrato, sin horario y en condiciones
pésimas porque “Si no lo coges tú, hay miles detrás de ti que sí lo harán”.
…No es posible que un padre de familia tenga que
salir “a buscarse la vida” e ir tirando con cinco, diez euros día sí y día no.
No es posible que trabajando 9, o 10 o 12 horas al día el salario no te llegue
ni para pagar los gastos familiares de vivienda, alimentación, vestido…
…No es posible que lo pongan a uno en la calle de
la noche a la mañana, sin explicación (mejor dicho, sí hay explicación: no es
rentable), después de 20, 25 o treinta años trabajando en una empresa… “¡Es por
la crisis!”
…No es posible que antes de ofrecerte un contrato
(en condiciones precarias, como casi todos los de ahora) te pregunten sin
ruborizarse siquiera si tienes intención de quedarte embarazada, si tienes
niños pequeños u otro tipo de carga familiar.
…No es posible que con esta situación de paro,
precariedad, de pobreza de tantas personas, de tantas familias, los
trabajadores no nos asociemos, nos rebelemos, plantemos cara a un sistema que
nos empobrece y nos deshumaniza.
¡¡No es posible!! Pero lo es, y además, nos parece
lo normal.
Este sistema social en que vivimos ha transformado
el trabajo, que debería ser principio de vida y de humanización, en un
obstáculo para el desarrollo y el crecimiento de las personas que es para lo
que de verdad tendría que servir.
Y esto no ha pasado porque sí. Todas estas
situaciones del mundo del trabajo que vivimos, que vemos, que oímos y que nos
estremecen y nos hacen exclamar ¡No es posible! están provocadas por decisiones
humanas.
Las grandes
empresas deciden poner el
aumento de sus beneficios económicos por delante de cualquier cosa, de los
trabajadores y trabajadoras también. Por eso deslocalizan sus empresas, se las
llevan donde las condiciones de trabajo son más baratas y los trabajadores
tienen menos derechos; y en los países donde estaban hacen un ERE y dejan a
miles de trabajadores en la calle.
Los
políticos deciden promulgar leyes
y reformas laborales que benefician a esas empresas, que son las que los
financian. Deciden rescatar bancos con
el dinero de todos, pero los bancos no se ahogan; las que se ahogan son las
familias que no tienen con qué pagar sus hipotecas, ellas sí que tendrían que
ser rescatadas con el esfuerzo de todos.
Y los
ciudadanos decidimos no participar,
que nos den las cosas hechas, no plantearnos hacia dónde nos dirigen las
decisiones que están tomando sin nosotros. Callamos. Nos callan. Somos parte
del sistema.
Es necesario tomar conciencia de que esto es así. La
HOAC insiste en que ser consciente de la situación de cada uno es el primer
paso para cambiarla. Estamos en una nueva situación social y política que pide
a gritos dignidad y esperanza de las personas en el mundo del trabajo. Por eso
decía hace poco el Papa Francisco ante los movimientos culturales:
“En el centro de todo sistema social o económico
tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador
del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede
esta trastocación de valores” (Discurso
del Papa Francisco en el encuentro mundial de Movimientos Populares. 28-10-2014).
Si las personas fueran lo primero; y el valor y la
dignidad de las personas fuera el criterio desde el que tomar nuestras
decisiones, ¡qué diferente sería nuestra vida social!.
MªRosa Mercado Alonso
Hoac de Granada. Motril
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