lunes, junio 20, 2016

NUESTRAS ALEGRÍAS Y NUESTRAS PENAS

 Evangelio en la calle



La alegría brota, cuando en contacto con las profundidades de la vida, nos dejamos liberar de la tristeza, vacío interior y aislamiento y buscamos afanosamente la belleza, la justicia y la verdad. Esa misma búsqueda adquiere nuevos horizontes en el encuentro con Jesucristo,  empeñado y encarnado en la liberación de los pobres. El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad “tomaban el alimento con alegría” (2,46), que por donde los discípulos pasaban, había “una gran alegría” (8,8), que ellos, en medio de la persecución, “se llenaban de gozo” (13,52). Narra también que un eunuco, apenas bautizado, “siguió gozoso su camino” (8,39) y que el carcelerose alegró con toda su familia por haber creído en Dios» (16,34).


 Nuestras penas aparecen cuando somos cómplices en el consumo de tanta oferta que nos introduce en el individualismo que sale de un corazón cómodo y avaro. Nuestras tristezas se muestran cuando nos encerramos en nuestros propios intereses sin dejar espacio a las necesidades de los más humildes y  sin palpitar por el entusiasmo de hacer el bien. ¡Qué pena damos cuando estamos quejosos, resentidos, sin vida!


A veces, la tristeza acude a nuestro corazón por otras causas: la enfermedad nuestra o del amigo o familiar, el despido del trabajo de un compañero, el fracaso de una protesta justa… razones totalmente humanas. Y qué bien hacen aquellas y aquellos que poco a poco van convirtiendo esas situaciones en posibilidades de buscar el bien, luchar por una sociedad justa y serenar el ánimo: “convertir la calle en el Evangelio de la alegría”. De eso se trata. ¡Cuántas personas conocemos así! Dios nos ha dado capacidad  a nosotros mismos para convertir las penas en alegrías.


En esa dirección van estas palabras que pone el Evangelio de Juan en boca de Jesús en momentos de dolor y duelo: “Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena (15,11). “Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría” (16,20).


Convertir las penas en alegrías: ¡Qué gran camino!


Antonio Hernández-Carrillo
 "TU" número 171 

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