GENERAR ESPERANZA
Muchos aún se empeñan en matar la esperanza. “Muy mal está la situación…”, es la conclusión que solemos hacer en estos tiempos de desencanto y, hablemos con quien hablemos, siempre nos encontramos con un tono alto de pesimismo.
Con este panorama resulta difícil mantener la luz de la esperanza. Toda acción, compromiso o reflexión que intente impulsarla queda frenada por la actitud egoísta e individualista que se impone en este mundo.
Por eso es necesario avivar el
fuego de la esperanza para que sintamos su calor y para que resplandezca a
nuestro lado, de hecho, cuando desde aquí nos posicionamos, descubrimos que no
todo “está tan mal” como parece.
Porque
hay gente que ,en su proyecto personal y su voluntad, reflejan ese perfil humano que siempre otea un
horizonte, y además, lo hacen con actitud realista, postura activa, lucidez
responsable y algo de riesgo, que son los rasgo que definen a los profetas de la esperanza.
Las personas no pueden vivir sin
esperanza. Necesitamos un aliento, una confianza básica que nos impulse a
seguir caminando. Sin esperanza no se puede vivir. La esperanza es la fuerza de
la vida, el motor, el impulso vital. Por eso, cuando en una persona se apaga la
esperanza se apaga la vida. El individuo comienza un proceso de regresión y
anulación. La persona se encoge, no busca, no crea nada nuevo, cae en la
pasividad, se desespera. La vida se apaga: vivir sin esperanza es no vivir.
Comienza
un año desesperanzado. Pasadas las navidades volvemos a la cruenta realidad de
tantos vecinos, familiares y amigos con un futuro oscuro. Con personas
desoladas, con profunda visión negativa de la vida, con falta de confianza,
tristes, duras de corazón y cansadas de luchar contra la crisis que les hunde
en el abismo.
Pero
lejos de abandonar, apelamos a enfrentarnos a esta situación con otra dinámica
más humana, que no solucionará el problema, pero sí puede cambiar la mirada, tanto de los que lo
sufren de lleno en sus carnes, como los que por circunstancias diversas van
saliendo de la crisis como pueden.
Ese
factor humano está basado en tres pilares importantes: la solidaridad como acción de hacer nuestro el problema de los demás,
el compartir como gesto de ofrecer
parte de nosotros con los demás y la austeridad
como signo de lucha contra el consumismo atroz que sigue imponiendo la
economía.
No
todo está perdido. Es tiempo de esperanza. La acogida despierta siempre
esperanza. Escuchar es siempre recuperar la esperanza. Acompañar al que sufre
es sembrar esperanza. Una persona que acoge, escucha y acompaña, ella misma se
convierte en “signo de esperanza”.
En
el comienzo de este año nuevo nace un nuevo horizonte de esperanza. Se
encuentra en nuestro propio ser y, sólo siendo consciente de ello,
conseguiremos hacer la travesía feliz
Todo
esto puede ser utópico pero en el desamparo en que se encuentra nuestra
sociedad actual se hace urgente rescatar el sentido liberador de la utopía.
Toda crisis ofrece oportunidades de transformación y riesgos de fracaso. En la
crisis, se mezcla miedo y esperanza. Nosotros optamos por generar esperanza que como bien dijo el teólogo Leonardo Boff “se expresa en el lenguaje de las utopías”.
Para terminar y
felicitaros en el año nuevo que mejor que abrir la ventana y dejar entrar el
aire fresco de la poesía:
“ si las cosas son
inalcanzables…¡oye!
no es motivo para no quererlas.
Que tristes los camino si no
fuera
por la mágica presencia de las
estrellas”
(Mário
Quintana. Poeta brasileño)
Carmelo Donado Campos
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