Javier Vitoria Cormenzana
XV Semana Andaluza de Telogía celebrada
Torrox (Málaga) (Nov-2010)
«Que con la
práctica de nuestro compromiso diario hagamos decir a los que nos rodean: “Aquí
no está todo perdido”. Aquí hay señal de Esperanza. Dar señales de Esperanza»
(Diamantino García)
«Dios es más objeto de esperanza -respetuosa del misterio- que de saber» Y, por ello mismo, es menor
la sabiduría del corazón creyente sobre Dios que la gran esperanza que siente:
la humanidad sobre la tierra, impulsada y acompañada por el Espíritu de Dios»,
camina poco a poco hacia la culminación del Reino de Dios anunciado por Jesús
de Nazaret. El Reino es la gran meta divino/humana proclamada con multitud de
palabras por la tradición cristiana.
Este
horizonte de lo humano denuncia la miopía de una ciudadanía con su «esperanza
desvanecida», que se ha dejado secuestrar su mejor utopia (una humanidad libre
en una sociedad justa y pacificada) por los encantos de los mercaderes y de los
mercenarios; y que, al mismo tiempo, padece colectivamente algo que bien se
podría denominar «el síndrome de Estocolmo». Señala también el estrabismo de
muchos cristianos nostálgicos que entornan sus ojos hacia el pasado como si en
él se hubiera garantizado mejor la salvación de Dios. Pero sobre todo el
horizonte del Reino es una provocación que invita a caminar
y a "organizar la esperanza" en este mundo.
Vivimos,
sin embargo, un momento histórico en el que resulta realmente problemático
permanecer abiertos al futuro y constantes en la esperanza. Son
tiempos en los que el cristianismo debe «salvar la esperanza» y ofertarla como
su mejor contribución a la
humanidad. No hacerlo significaría abandonar a su suerte a
los hombres y mujeres de hoy.
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