domingo, abril 15, 2012

El trabajo es para la vida



     El 28 de abril es el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo. Las cifras sobre siniestralidad y enfermedades laborales muestran una realidad trágica y escandalosa, uno de los mayores atentados contra la vida. Cada año 337 millones de personas son víctimas de accidentes de trabajo y más de 2.300.000 personas mueren por accidentes y enfermedades laborales. 6.300 muertes cada día. En España, de media, dos personas mueren cada día y otras 15 resultan gravemente heridas.

     ¡Cuántas familias destrozadas! ¿Por qué? Porque en demasiadas ocasiones las condiciones de trabajo son indecentes y totalmente inseguras. No están organizadas en función de las personas sino solo de la obtención de la mayor rentabilidad, en muchos casos con absoluto desprecio de las personas. Esta radical inversión del justo orden de valores es una estructura de pecado, un crimen contra la humanidad. Porque con una organización del trabajo que respetara los derechos de los trabajadores se evitarían la inmensa mayoría de estas muertes. Como dice el Director General de la Organización Internacional del Trabajo, «es una cuestión de respeto a la dignidad del ser humano mediante el respeto de la dignidad del trabajo». Este atentado contra la vida es un signo evidente del empobrecimiento y vulnerabilidad del que son víctimas cientos de millones de trabajadores en el mundo.

     El 28 de abril también es un signo del esfuerzo y la lucha cotidiana por condiciones decentes de trabajo y por acabar con tantas muertes. Sin esa lucha cotidiana, que no siempre es reconocida como merece, protagonizada sobre todo por los sindicatos, la situación sería sin duda peor. Esa lucha cotidiana salva muchas vidas. Es un signo precioso de la defensa de la vida y de la dignidad de las personas. También es ocasión para que no caigan en el olvido ni tantas muerte violentas ni tantas vidas destrozadas. Porque gran parte de esta realidad de los accidentes y enfermedades laborales y sus efectos sobre personas y familias sigue pasando desapercibida. No se da la debida importancia a un problema tan grave.

     También desde la HOAC y muchas Delegaciones Diocesanas de Pastoral Obrera participamos en el esfuerzo cotidiano por combatir esa injusta situación. Lo hacemos con nuestra labor como trabajadores en los lugares de trabajo y participando en la acción de los sindicatos; con campañas, actividades y acciones dirigidas a despertar la, muchas veces dormida, conciencia social y eclesial; con gestos públicos de denuncia y sensibilización; con la cercanía, acompañamiento y apoyo a las familias de las víctimas…

     Pero es evidente que es mucho lo que queda por hacer y que estamos urgidos a redoblar los esfuerzos para hacer efectivo el derecho de todos los trabajadores y trabajadoras a condiciones dignas de trabajo, en particular a ambientes y condiciones de trabajo saludables y que no atenten contra la integridad ni física ni psíquica de las personas. La defensa de la vida y de la dignidad de las personas, también en el trabajo, es una grave responsabilidad social. Todos somos responsables de defender la vida y la dignidad en el trabajo: personas, organizaciones sociales, empresas, instituciones políticas… Y necesitamos hacer mucho más en ese sentido.

     Los cristianos y las comunidades eclesiales tenemos una especial responsabilidad en ello, haciendo verdad lo que proclamaba el Papa Juan Pablo II en la encíclica «El Evangelio de la vida»: «Toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe (…), la compromete en su misión de anunciar el Evangelio de la vida». «El compromiso al servicio de la vida obliga a todos y cada uno. Es una responsabilidad propiamente eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana» (EV, 3 y 79).


Editorial del número 1.534 de Noticias Obreras.


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