En esta última semana hemos asistido a tres hechos, que son muy representativos del rumbo en que está embarcada nuestra sociedad y que, por desgracia, no tienen visos de rectificarse; muy al contrario, las medidas que se toman van encaminadas a profundizar en esa dirección:
En primer lugar, la muerte por ahogamiento de 14 inmigrantes subsaharianos y un indeterminado número de desaparecidos, que huían de la miseria y pobreza de su tierra y buscaban abrirse camino en la Europa rica.
En segundo lugar, el suicidio de un vecino de la Chana acuciado por la pérdida inminente de su vivienda, por la acción implacable e insaciable de unos bancos que solo ven beneficios y oportunidades de negocio en todas sus acciones.
El tercer hecho: los datos que arroja la última encuesta de población activa, según la cual, Granada con una tasa de paro del 37,19% es la cuarta cifra más alta de toda España.
Más allá de los números y las estadísticas, detrás de estos hechos hay rostros, personas concretas que muchos de nosotros conocemos y con las que convivimos a diario. La tragedia humana, que todo esto supone, nunca será plenamente ponderada; todas las consideraciones que podamos hacer al respecto siempre se quedarán cortas ante las angustias y dificultades que todas estas personas pasan a diario.
La Doctrina Social de la Iglesia (L. E. Juan Pablo II 14) nos dice que los bienes de la naturaleza tienen un destino universal; que debe servir para todos, garantizando que toda persona por el hecho de serlo tenga lo necesario para vivir decentemente y realizarse en todas sus dimensiones.
Por ello, ante esta inmensa tragedia nos queda la solidaridad, el acompañamiento, la denuncia y la lucha.
1.- Solidaridad para con todos aquellos que están en situaciones tan dramáticas compartiendo con ellos lo que tenemos y somos.
2.- Acompañamiento. Tan importante y urgente como la ayuda material es estar junto a los que sufren apoyándoles y acompañándoles en ese duro trance.
3.- Denuncia, imprescindible para hacer visible y pública la situación tan dramática por la que están atravesando miles y miles de familias en nuestra provincia. Hay que hacer partícipe a toda la sociedad lo que está pasando en su interior. Compartir lo que está sucediendo ayuda a encontrar soluciones. Ocultar los problemas lleva a la tragedia.
4.- Lucha, también, para cambiar el rumbo de esta sociedad, que nos lleva al abismo. Una sociedad que tiene en el afán de lucro y en la ganancia su santo y seña, no puede ser el lugar idóneo para que la persona se desarrolle en su integridad. Porque si la meta que se persiguiese fuera la de promover que las personas se realicen plenamente, tengan los mínimos vitales para vivir, se puedan relacionar y construir una sociedad de iguales, estos hechos no se producirían.
Cada cristiano y la Iglesia como comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret, el Cristo, no podemos estar ajenos a esta situación que estamos viviendo. Es hora de que las comunidades parroquiales y todos los grupos eclesiales redoblemos nuestros esfuerzos para estar más cercanos a aquellos que más sufren.
También sería importante que la iglesia entera orientara, animara y se implicara mucho más en el compromiso y en la acción en estos momentos tan difíciles. Son necesarias palabras de aliento tanto para aquellos que sufren los embates de la crisis como para aquellos que acompañan alientan y luchan para impedir las injusticias.
¿Cuántas víctimas más hacen falta inmolar para saciar el apetito de los mercados?
¿Acaso éstos son los efectos colaterales necesarios para que los mercados tengan asegurado su botín? ¿Dónde queda la persona en todo esto?
Gonzalo Ruiz Ruiz
Presidente de la Hoac de Granada
Presidente de la Hoac de Granada
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