jueves, mayo 22, 2014

Nuestra opinión en papel

 "Lucha por la existencia" o "colaboración por la existencia"
   
Posiblemente estas dos preguntas sean el resumen más escueto de las dos actitudes que han sido la fuente básica y más profunda de la actividad humana a lo largo de la historia, desde que existe sobre la tierra el “homo sapiens-sapiens”.

Todo lo que los hombres han ido haciendo, siglo tras siglo y hacen en la actualidad, tiene su raíz última en una de esas dos actitudes: o en la actitud de “lucha por la existencia”, o en la actitud de “colaboración por la existencia”.

Desgraciadamente, la actitud de lucha por la existencia ha tenido y sigue teniendo mayor incidencia en el comportamiento humano. Pues la inmensa mayoría de acciones del hombre nacieron del ansia individualista de dominar, del egoismo de tener o del orgullo de sobresalir, como concreción de esa “lucha por la existencia”.

Pensemos, por ejemplo, en las incontables peleas, luchas, guerras de unos hombres contra otros; pensemos en las esclavitudes, de un signo o de otro, que unos hombres han ejercido sobre otros; en las peleas de hermanos y vecinos por un trozo de tierra; en los sueldazos y privilegios de que se rodean políticos y jefes, frente a la miseria que se distribuye entre la plebe; etc., etc.,etc.

La actitud de “lucha por la existencia” ha hecho y hace que se imponga la ; por eso los “poderosos” son los que han impuesto su ley –sus intereses- sobre los demás, creando así unas diferencias y desigualdades lacerantes, que atacan de frente a la dignidad, sagrada e inviolable, de toda persona, como hijo de Dios que es.
La actitud de “lucha por la existencia” es la raíz de la inmensa e incalculable cantidad de sufrimiento evitable, que ha golpeado y lo continua haciendo a la humanidad. Y se ha dado en todos los ámbitos: en el político, en el financiero, en el empresarial y hasta en el religioso.

Por ello esa actitud de “lucha por la existencia” es mala, ya que produce un mar de sufrimiento evitable y toda persona, que desee un mundo mejor, debe abandonarla e imbuirse de la otra actitud, la de “colaboración por la existencia”.

La actitud de “colaboración por la existencia” es la de aquellas personas que están convencidas de que el barco es de todos, y que entre todos deben llevarlo a puerto. De aquellas personas que se sienten solidarias con los demás; que están convencidas de que nadie es más que nadie, ni menos que nadie; de aquellas personas que creen en la igualdad, en la dignidad de todos, en que todos son sujetos de los mismos derechos y deberes; de aquellas personas que, convencidas de que los bienes de la tierra tienen un destino comunitario, saben usar de su parcela y ponerla al servicio de los demás; de aquellas personas que creen y practican la fraternidad universal.
 

La “colaboración por la existencia” es la actitud de las personas que tienen como ley suprema y radical el amor fraterno; de aquellas personas que no levantan barreras infranqueables entre los hombres.

Por ello la actitud de “colaboración por la existencia” es fuente de bienestar general, de paz universal, de libertad igualitaria, de gozo humano. Y por todo eso, la actitud de “colaboración por la existencia” debería ser el móvil universal, el fundamento ético de toda acción humana.

Por fortuna, a lo largo de la historia ha habido y sigue habiendo muchos hombres y mujeres, que se han movido por tal actitud. Gracias a ellos es posible la esperanza, no está todo perdido y es razonable pensar que los hombres irán comprendiendo esto y cada día la actitud de “colaboración por la existencia” será más conocida y deseada.

Hablaré sólo de un hombre que vivió y trabajó infatigablemente movido por esta actitud. Se llamaba Guillermo Rovirosa Albert. Un ingeniero catalán de Vilanova i la Geltrú, de cuya muerte acabamos de celebrar el 50º aniversario. Buscador infatigable de la verdad, lo que heredó de su padre, tuvo un encuentro vivencial con Dios y, a partir de ese momento, se dedicó en cuerpo y alma a trabajar por la clase obrera, para lo cual fundó la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) en el año 1946. Recorrió todo nuestro país trabajando por los obreros y en especial por los más pobres, viviendo él pobremente, dando Cursillos y reuniones, haciendo escritos para el despertar y la formación de los trabajadores.

Por todo ello fue molesto al régimen de la época, a muchos poderosos y a algunos obispos, por lo que fue apartado de la dirección de la HOAC. Poco después sufrió un accidente por el que perdio una pierna, y los últimos años de su vida los dedicó a escribir sobre la actitud de colaboración por la existencia, sobre la que en concreto tiene un librito precioso “El Cooperatismo integral”, abarcando sus obras completas seis volúmenes en la Editorial HOAC.

Rovirosa fue un fiel seguidor de Jesucristo, que dio su vida por vivir y defender la “actitud de colaboración por la existencia”, a la que El llamaba “el mandamiento nuevo”: .-



Ignacio Peláez Pizarro
Militante de la Hoac de Granada

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