sábado, marzo 05, 2011

Nuestra opinión en papel



QUEREMOS EL PAN Y LAS ROSAS

   El pasado mes de enero, Ediciones Hoac publicó el libro de Lucía Ramón “Queremos el pan y las rosas. Emancipación de las mujeres y cristianismo”.

    Las mujeres han luchado por su libertad desde hace siglos, no es algo de ayer ni de ahora; y este libro nos habla de la aportación de las mujeres a la lucha por la liberación humana. En una primera parte se analiza la violencia de género, para desde aquí abordar el tema central del libro: la situación de las mujeres, sus luchas emancipatorias y la contribución del cristianismo a su liberación.


    Muchas personas han extraído la fuerza para sus luchas sociales de una huelga de mujeres, la que tuvo lugar el 1912 entre las obreras textiles de Lawrence (Massachussets), que comenzaron una huelga contra los sueldos miserables y el trabajo infantil y que tuvo como consecuencia la muerte violenta de una de las huelguistas.


    En las marchas de protesta las obreras portaban pancartas que pedían “Pan y Rosas”. Con estas palabras expresaban su exigencia de una vida digna, más allá de la “justicia del pan” que garantiza la mera supervivencia. Pedían la “justicias de las rosas” que incluye el derecho de toda persona a disponer de lo necesario para desarrollar sus capacidades y su creatividad, y así lograr una vida plena.


    Fueron mujeres conscientes de que el tiempo de la vida no puede ser ocupado exclusivamente por el tiempo laboral y de esta forma se anticiparon a la reivindicación actual de “trabajar menos, para trabajar todos y vivir mejor”, algo a lo que nuestro sistema económico y sus súbditos, nuestros políticos, prestan oídos sordos en aras de un mayor beneficio económico sólo para unos pocos.

    Este lema “Pan y Rosas” ha sido utilizado en poemas (James Oppenheim poeta y sindicalista americano), películas (Ken Loach tituló “Pan y Rosas” a una película sobre la explotación de los trabajadores latinos inmigrantes en los Estados Unidos) y asociaciones obreras feministas que reivindican mediante diversas acciones, mejoras en las condiciones laborales de las mujeres desde esta doble perspectiva del pan y las rosas.


    La obreras de 1912 tuvieron un sueño, igual que el de las mujeres obreras de ahora: una justicia mayor que la del pan. En el fondo querían la justicia propuesta por el Evangelio: la justicia como plenitud y alegría, como vida en abundancia, como fiesta y participación de todos en el “banquete de la Creación”.


    No siempre, ni siquiera muchos cristianos, tenemos esta visión de justicia como vida en plenitud y vida abundante y lo reducimos todo a la “justicia del pan”. La “justicia de las rosas” demandada por aquellas mujeres y tantas personas de bien de ahora, creyentes y no creyentes, es una justicia entrañable, sanadora, una justicia del cuidado del mundo que se nos ha dado gratis, “el hambre y sed de justicia” de la Bienaventuranza de Jesús de Nazaret que no se agota en la subsistencia de lo material, sino que ha de interpretarse como un “hambre” de vida liberada y plena, libre de cualquier forma de opresión, exclusión y dominación; y libre para amar, gozar y crear más vida, una justicia para ser felices todos.


    Pedir “Pan y Rosas” en estos momentos debe inspirar una cultura de y para la vida, una lucha por la justicia que no ignore e invisibilice a las mujeres, que no acreciente su explotación económica y laboral, que no “feminice la pobreza”.


    Las mujeres de ahora también demandamos “Pan y Rosas”. Nos preocupa significativamente, el empleo, la discriminación salarial y de promoción laboral, la precariedad y la conciliación de la vida laboral y familiar. Nos preocupa el acceso a la cultura y la formación que amplíe nuestros horizontes. Nos preocupa enormemente la violencia ejercida hacía las mujeres por su sexo, por fallos profundos en las relaciones hombre/mujer, en la relaciones entre personas. No queremos tener que montar en alguna patera a nuestros hijos porque en nuestros países no hay futuro para nosotras ni para ellos. No queremos tener que abandonar nuestras familias y nuestros hogares para trabajar en otro país. No queremos que nuestro deseo de ser madres nos discrimine en el trabajo y en la vida pública. No queremos que se nos mire como objetos de deseo sexual. No queremos ser pobres, ni pasar hambre. No queremos no tener acceso a la sanidad. No queremos que nuestro planeta sufra cambios irreversibles. Queremos que se analicen y se tomen medidas contra las causas estructurales de la pobreza. Queremos participar y seguir luchando por ese Otro Mundo Posible.


    
Rosa Mercado
Publicado en el FARO de Motril el 5-3-2011


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