lunes, enero 29, 2018

GRANDEZA Y MISERIA DEL TRABAJO HUMANO

Nuestra opinión en papel



   Todos conocemos a gente que están bien en su trabajo: realizados personalmente, reconocidos y valorados, con salarios dignos y derechos encarando su futuro con esperanza y tranquilidad. Son la imagen que el sistema se encarga de hacer valer y pregonar a los cuatro vientos: “sólo nosotros (el capitalismo liberal) podemos garantizar la riqueza y abundancia para todos”.

Todos conocemos también a gente que no tienen empleo o lo tienen en “precario”, sin derechos, muchas horas de trabajo, poco sueldo, poco respeto y valoración del trabajo, sin futuro y esperanza (hay muchos detrás esperando esas migajas del sistema económico y jurídico, para los “descartados”).


La lógica economicista de la cultura capitalista neoliberal que respiramos impide vislumbrar la humanidad integrada, en paz con ella misma en el mundo del trabajo; y nos lleva al delirio de la productividad, del máximo beneficio, de la competitividad, de la lucha en esta selva del “sálvese quien pueda”, al individualismo insolidario. Son contravalores que ponen de manifiesto que solo la abundancia de recursos es inversamente proporcional a la humanidad en las relaciones laborales.


El trabajo tiene una importancia decisiva en la vida de las personas: aumenta la autoestima, ayuda a la autorrealización, socializa y genera relaciones gratificantes de encuentro y convivencia con los otros, nos educa en el respeto y empatía para el trabajo en equipo, contribuye a hacer crecer la obra de todos; en definitiva, nos personaliza y socializa.



Muchos definen nuestro tiempo como el de la post-modernidad, utilizando términos como post-industrial, post-ideologías, post-verdad, post-trabajo… ¿Qué hay tras ese “post”? ¿Acaso la disolución de lo humano?

Desde la HOAC, Iglesia comprometida en el mundo del trabajo, para hacerlo digno de la persona humana, entendemos que es necesario devolver a la persona su centralidad en la vida económica y social, y al trabajo su primacía sobre el capital.


La dignidad del trabajo va unida a la dignidad de la persona que lo ejerce y, así como la persona es una realidad absoluta e indisponible, el trabajo nunca debe ser causa de frustración, alienación o explotación. No somos mercancía ni meros instrumentos de producción y consumo.

Reducir el trabajo a su aspecto productivo, separando al sujeto de su obra, aliena al hombre y muestra que hay otros “valores” por encima de los personales y sociales. Es paradójico, que para que la persona tenga más bienestar se esclavice para vivir para ese bienestar (consumo).


Mediante el trabajo participamos en la obra del Creador: “creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo” (GS 34).


Cristo, nos anuncia el “Evangelio del Trabajo” y nos dice que el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene y que la actividad humana procede del hombre y a él debe de supeditarse (GS 15). Los humanismos confluyen en esta visión.


Nuestra esperanza en “los cielos nuevos y la tierra nueva” le dan un valor nuevo al trabajo como oración y semilla del Reino definitivo.


Desde nuestra comprensión del hombre como imagen de Dios, y por tanto la grandeza de su dignidad, apostamos por humanizar el mundo del trabajo, encarnándonos, acompañando el camino de los empobrecidos, colaborando al cambio de mentalidad y de instituciones para que sirvan más a las personas y al bien común, construyendo experiencias alternativas humanizadoras …


¿Te unes?


Juan Cara Tarifa
Militante de la Hoac de Granada
Publicado en Ideal de Granada ( 29/01/18)


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